¿Es Hayek un mito?

HoppeHans Hermann Hoppe ofreció una conferencia bajo el título «El mito de Hayek» que sometemos a discusión con los lectores del blog. ¿Es Hayek un mito? ¿Representa su pensamiento a la izquierda? ¿Es Hayek un redistribucionista? ¿Es Hayek un socialista?

Abajo la traducción al español de su conferencia. Más abajo el video de su presentación (en dos partes).

El Mito de Hayek – H. H. Hoppe

Como la mayoría de ustedes sabe, yo era de la izquierda durante los últimos años de secundaria y los primeros años en la universidad; y cuando gradualmente fui descubriendo los errores de la izquierda, fui buscando alternativas. Y encontré, por su frecuente presencia en la prensa, a Milton Friedman y Friedrich Hayek, como los antagonistas de principios y alternativas a todo lo socialista. Y de hecho encontré muchos buenos argumentos en sus escritos para combatir la izquierda predominante en ese tiempo.

Y fue a través de Friedman y Hayek que eventualmente descubrí a Mises, y finalmente a Rothbard. Entonces tengo que decir que debo, intelectualmente, algo a Friedman y Hayek. Pero ese no es mi tópico. En vez de eso, quiero analizar por qué ambos, Friedman y Hayek, eran presentados en ese tiempo, hace casi 40 años, e incluso más en estos días—especialmente en Europa, pero también en los EE.UU.—como los opositores más radicales contra la izquierda, mientras, como luego me di cuenta rápidamente y mostraré en breve, Friedman y Hayek son en realidad parte de la izquierda, por supuesto, no de la versión fuerte tradicional marxista de la izquierda, sino de la versión suave, social-demócrata, redistribucionista del socialismo. Y por eso,  desde mi punto de vista, ellos ofrecen cualquier cosa menos una alternativa de principios contra el socialismo y la izquierda. A esto se le puede llamar “el Mito de Friedman y Hayek.” Aquí me dedicaré sólo a la mitad del mito, al Mito de Hayek.

Friedman, de hecho, es más conocido que Hayek. Si uno busca en Google, Friedman tiene casi 30 millones menciones, mientras Hayek tiene 7 millones de menciones. Creo que Friedman es en parte más conocido que Hayek porque es un escritor más claro, y en parte porque es norteamericano, algo que siempre ayuda en estos tiempos, pero me quiero concentrar en Hayek.

Y ¿por qué me quiero concentrar en Hayek? Porque según yo lo veo, Hayek es un pensador más importante, y su fama durará más que la de Friedman. Por un lado, Hayek era mejor economista. Mientras Friedman hasta su muerte en el 2006 seguía cantando loas a Greenspan y Bernanke, mucha gente inspirada por Hayek y por la teoría de Mises-Hayek sobre el ciclo económico había previsto ya la gran recesión que venía—y que aún continúa. Pero aún más importante, porque Hayek, como europeo del mundo viejo, claramente tenía mejor y más amplia educación. Mientras Friedman era un economista-economista, Hayek era un verdadero intelectual, bien leído no sólo en economía sino en historia intelectual, psicología, filosofía, sociología y leyes. Pero no es su economía técnica lo que los hizo famosos, sino sus excursiones en el campo de la teoría política. Por eso me concentraré en Hayek como teórico político, y específicamente en su Constitución de la Libertad y en sus tres volúmenes de Derecho, Legislación y Libertad que generalmente son consideradas las contribuciones más importantes de Hayek al campo de la teoría política.

Primero quiero mostrar que a pesar de varias cosas interesantes que pueda decir, Hayek es un pensador fundamentalmente confundido y desordenado. Esto se hace claro cuando revisamos sus definiciones y elaboraciones sobre el concepto de libertad y coerción.[1]

Hayek define libertad como la ausencia de coerción, hasta allí todo bien; sin embargo, contrariamente a una gran tradición de pensamiento liberal clásico, él no define coerción como la amenaza o iniciación de violencia física contra la propiedad o persona. Él no la define como un ataque contra la propiedad legítimamente adquirida mediante apropiación originaria, produc­ción o intercambio voluntario. En vez de eso, él da una definición cuyo único mérito es su ambigüedad y poca claridad.

Por coerción “queremos decir el control del ambiente o circunstancias de una persona por parte de otra que, para evitar un mal mayor, es forzada a actuar no siguiendo sus propios planes, sino para servir los fines de otro.” O “coerción ocurre cuando las acciones de un hombre son hechas para satisfacer la voluntad de otro hombre, no para él mismo sino para los propósitos del otro.”[2] Y Libertad es “un estado en el que cada persona puede usar su propio conocimiento para sus propósitos.”[3] Ahora, lo que uno inmediatamente nota en esta definición de libertad y coerción es que no dicen nada respecto a “acciones,” “escasez,” “bienes” y «propiedad»; en vez de eso, coerción se refiere a configuraciones específicas de deseos subjetivos, o planes, o planes que entran en conflicto, o pensamientos, o pensamientos que entran en conflicto, y expectativas; luego—con estas descripciones subjetivas, términos subjetivos—tal definición es inútil por las siguientes razones.

Primero, es completamente inútil como guía para la acción, esto es, es inútil para responder a la pregunta “¿qué estoy permitido a hacer aquí y ahora si no quiero cometer un acto coercitivo?” Porque en general no conozco la voluntad o los planes de otros, y en cualquier caso, conocer los planes de otros sería absolutamente imposible; incluso si quisiera, nunca podría saber, en el punto de partida de mi acción, si lo que estoy planeando hacer implica un acto coercitivo contra alguien. Pero, los individuos, obviamente, deben estar permitidos de actuar de forma correcta antes de conocer los planes de los demás. Y para que esto sea posible, el criterio para distinguir libertad por un lado, y coerción por otro lado, debe ser un criterio objetivo; debe hacer referencia a un evento que posee una descripción física y sobre cuyo resultado el actor debe poseer control físico.

Segundo, la definición de Hayek también es inútil como criterio retrospectivo de justicia, esto es, no puede responder a la pregunta ¿es justificada la acusación de A contra B? o ¿quién es culpable y quién es inocente? o ¿qué tipo de compensación o castigo es adecuado? Dado que la definición de Hayek no contiene ningún criterio físico intersubjetivamente comprensible, sus juicios son completamente arbitrarios. Los criterios de Hayek sobre liberad y coerción son compatibles con prácticamente toda situación física real. No pueden, sin embargo, hacer distinciones reales en el mudo real.

Correspondientemente confusos y contradictorios son, entonces, los intentos de Hayek de aplicar sus definiciones. Al aplicar sus definiciones, Hayek, por un lado llega a la conclusión que el inicio o la amenaza de violencia física constituye coerción, bien. “Coerción ocurre cuando bandas armadas de conquistadores hacen que los súbditos trabajen para ellos, cuando mafiosos organizados imponen cupos a cambio de ‘protección,’ ”[4] y así por el estilo; bien. Por el otro lado, él clasifica actos de amenaza o iniciación de violencia física, tales como el servicio militar obligatorio, o impuestos, como no-coercitivos, siempre y cuando la víctima de tales agresiones hubiese esperado el resultado y se hubiese ajustado a la situación. Decir eso es una atrocidad. Mencionaré esos pasajes más adelante.

Además, por un lado, Hayek identifica violencia física con coerción; y por otro lado, no acepta la ausencia de violencia física o daños como criterio de no-coerción: “la amenaza de fuerza física no es la única forma en que la coerción puede ser ejercida,”[5] incluso si A no ha cometido agresión física contra B o su propiedad, puede ser culpable de coerción. Según Hayek ese es el caso cuando A es culpable de ayuda omitida respecto a B, esto es, cuando no ha dado a B los bienes y servicios que B esperaba de él y que consideraba como “crucial para mi existencia o preservación de lo que yo más valoro.”[6]

Ahora, Hayek dice que sólo hay un pequeño número de casos que se ajustan a ese criterio. Él da dos ejemplos: el dueño de una mina en un pueblo minero, que decide despedir un trabajador, supuestamente comete un acto de coerción;[7] y de igual forma es supuestamente coercitivo que el dueño de la única fuente de agua en un desierto no quiere vender su agua, o si rechaza venderla al precio que los otros consideran justo.[8]

Ahora, debe ser obvio, se requiere poca imaginación para entender que el criterio de Hayek incluye todos los casos. Cualquier acción pacífica que una persona pueda hacer puede ser interpretada por otros como coerción, porque toda actividad es al mismo tiempo, siempre, la omisión de innumerables actividades alternativas que él podría haber hecho, y toda omisión se convierte en coerción cuando al menos una persona reclama que la ejecución de lo que él no ha hecho, la ejecución de la omisión, era “crucial para la preservación de lo que yo más valoro.” En cualquier caso, ambas, ayuda omitida y violencia física, son categóricamente definidas como coerción, sin embargo, entonces obviamente, contradicción inescapables se presentan. Si la omisión de A constituye coerción hacia B, entonces obviamente B debe poseer el derecho de defenderse contra la coerción de A. Pero la única defensa de B es que pueda usar violencia física contra A, que ha omitido hacer ciertas cosas. Pero entonces, actos de violencia física ya no serían clasificados como coerción. En vez de eso, la violencia física sería defensa. Y en este caso, coerción sería la negación pacífica de entrar en intercambio; y también sería coerción si alguien trata de defenderse contra un intercambio forzoso impuesto sobre él. Por otro lado, si la violencia física fuese definida como coerción, entonces B no estaría permitido a defenderse de las omisiones de A. Y si B de todas formas trata de hacerlo, entonces el derecho a defenderse recaería en A. Pero en este caso, por supuesto, las omisiones no constituirían coerción. Contradicciones terribles.

Ahora, de esas contradicciones conceptuales emerge la absurda tesis de Hayek sobre la inevitabilidad de la coerción, y su correspondiente, igualmente absurda justificación del gobierno. “La coerción, sin embargo, no puede ser evitada totalmente porque la única forma de prevenirla es con la amenaza de coerción. La sociedad libre ha resuelto este problema otorgando el monopolio de violencia al Estado, y tratando de limitar el poder del Estado a casos donde se requiere limitar la coerción en manos de agentes privados.”[9] Ahora, de acuerdo a ambas definiciones de coerción de Hayek, esa tesis no tiene sentido. Si ayuda omitida representa coerción, entonces coerción en forma de violencia física, se vuelve necesaria y no sólo inevitable. Pero, si la iniciación y amenaza de violencia física se define como coerción, entonces sí puede ser evitada. Primero, porque cada persona posee control sobre si atacará, o no, físicamente a otra persona. Y segundo, porque cada persona tiene derecho a defenderse con todos sus medios contra el ataque físico de otro. Es sólo inevitable que, siempre y cuando exista agresión física, también habrá necesidad de defensa física. Pero la inevitabilidad de violencia defensiva no tiene nada que ver con la supuesta inevitabilidad de la coerción, a menos que uno confunda la diferencia categórica entre ataque y defensa, y afirme que la amenaza de defenderse uno mismo en el evento de un ataque sea lo mismo que una amenaza de ataque. Ahora, si la violencia física es prohibida, entonces, de eso sigue que uno está permitido a defenderse contra ella. Es absurdo clasificar ataque y defensa bajo la misma rúbrica de coerción. Defensa es a coerción, lo que el día es a la noche.

De la inevitabilidad de la defensa no se desprende ninguna justificación para el monopolio gubernamental de la coerción. Al contrario, un gobierno no es de ninguna manera simplemente un monopolio de defensa que ayuda a los individuos privados a evitar gastos en defensa de otra forma inevitables, porque el gobierno tiene obviamente que cobrar impuestos a la gente para tener los medios para defender a otra gente; y el monopolio de coerción del gobierno incluye, en particular, el derecho del Estado a usar violencia contra ciudadanos privados, y la obligación complementaria, por parte de los ciudadanos, a no defenderse de los ataques del gobierno. Pero ¿qué tipo de justificación para un gobierno es eso de que si una persona se rinde incondicional­mente a un atacante, puede ahorrar gastos de defensa de otra forma inevitables?

Ahora, sobre el tema de las funciones del gobierno. Según Hayek, el gobierno es necesario no simplemente hacer cumplir las leyes y organizar la defensa contra enemigos externos, sino que en una sociedad avanzada el gobierno debe usar su poder de recaudar fondos mediante el cobro de impuestos para proveer un número de servicios que por diferentes razones no puede ser proveídos, o no pueden ser proveídos adecuadamente, por el mercado.

Ahora, como en todo momento hay un número infinito de bienes y servicios que el mercado no puede proveer, Hayek da al gobierno prácticamente un cheque en blanco. Entre tales funciones están: protección contra la violencia, epidemias, desastres naturales como inundaciones y avalanchas; pero también varias de las amenidades  que hacen tolerable la vida en una sociedad moderna: carreteras, medidas estandarizadas de medición, y varios tipos de información  que van desde registros de tierras, mapas, estadísticas, hasta la certificación de calidad de ciertos bienes y servicios ofrecidos en el mercado.

Funciones adicionales del gobierno son: asegurar un ingreso mínimo para todos; el gobierno debe distribuir sus ingresos de tal forma que pueda gastar cuando la inversión privada es lenta; financiar las escuelas y la investigación; hacer cumplir la regulaciones de los edificios y viviendas, y las regulaciones alimentarias; debe encargarse de la certificación de ciertas profesio­nes; regular la restricción de la venta de ciertos bienes peligrosos, como armas, explosivos, venenos y drogas; así como regulaciones sanitarias y de salud en el proceso productivo; y el aprovisiona­miento de teatros, parques de deportes, y así por el estilo—prácticamente no se le escapa nada; y debe hacer uso de su poder de dominio eminente, esto es, de expropiación, para mejorar el bienestar común. También considera que hay ciertas razones para creer que con el incremento general en riqueza, y de la densidad de la población, la parte de todos los bienes que pueden ser satisfechos sólo por la acción colectiva seguirá aumentando. Aún más, el gobierno debe implementar un sistema extensivo de seguro obligatorio, supuestamente coerción para evitar mayor coerción; viviendas subsidiadas es una posible tarea para el gobierno; y también, el planeamiento y la regulación de zonas en la ciudad son consideradas funciones apropiadas del go­bierno, siempre y cuando la suma de las ganancias sea mayor que la suma de las pérdidas—sólo Hayek sabe cómo calcular eso. Y finalmente, el aprovi­siona­miento de las oportunidades para la recreación, la preservación de la belleza natural, o sitios históricos, o el interés científico, parques naturales, reservas naturales, etc. son también legítimas tareas del gobierno.[10]

En adición a eso, Hayek insiste que reconozcamos que es irrelevante qué tan grande es el gobierno, o si crece y qué tan rápido crece; lo único que importa es que las acciones del gobierno satisfagan ciertos requerimientos formales. “Es el carácter, en vez del volumen, de la actividad del gobierno, lo que es importante.”[11] El cobro de impuestos, y el porcentaje de impuestos, para Hayek no es un problema. Los impuestos, y de igual forma el servicio militar obligatorio, pierden su carácter de medidas coercitivas si son, “cuando menos, predecibles, y se hacen cumplir sin tener en cuenta de cómo el individuo, de otra forma, hubiera empleado su energía. Esto les quita la naturaleza maligna de coerción. Si la necesidad conocida de pagar cierto monto de impuestos se vuelve la base de todos mis planes, si un periodo de servicio militar es una parte predecible de mi carrera, entonces puedo seguir un plan general de vida que yo mismo he elaborado y ser tan independiente de la voluntad de otra persona como los hombres han aprendido a ser en la sociedad.”[12] Así, si tú sabes que serás esclavizado por veinte años, te puedes ajustar a eso; si sabes que los impuestos son el 90% y te puedes ajustar a eso, entonces eso no es coerción. ¿Qué tan ridículo se puede ser?!

Ahora debe ser claro en este punto que la afirmación de que Hayek es un libertario radical, un liberal radical, y un oponente de principios contra la izquierda, es plenamente ridículo. Luego, la pregunta que surge es, ¿cómo es que este mito existe? Voy a especular.

La respuesta más obvia es que los periodistas y los medios de comunicación que propagan esos mitos simplemente no saben de lo que están hablando, y que unos copian lo que otros dijeron antes. Pero eso, a pesar de que hay cierta verdad en ello, no explica cómo ese mito puede aparecer en un primero momento, y por qué es tan persistente; alguien debe estar interesado en ese mito y su persistencia. Permítanme sugerir otra posible explicación.

Pónganse en el lugar de la izquierda igualitaria dominante de todos los partidos políticos—y no hay partidos que no sean de izquierda en estos días. ¿Qué harían para mantener, o incluso mejorar, su posición dominante, en vista del hecho de que no pueden lograr uniformidad completa y total en la opinión pública?

Yo haría algo así: primero, identificaría los oponentes más peligrosos que tiene la izquierda, y los excluiría tanto como pueda del discurso público ignorándolos, no mencionándolos, y haciendo que no puedan alcanzar ninguna posición de influencia. Antes de la internet, eso era comparativamente fácil de lograr. Mises y Rothbard, por ejemplo, que son tales peligrosos individuos eran raramente mencionados y era extremadamente difícil encontrar sus libros en las bibliotecas, o incluso saber de su misma existencia. Segundo, trataría de delimitar el rango del discurso legítimo, educado y civilizado, identificando ciertos individuos prominentes que yo pueda presentar como enemigos peligrosos, pero que en realidad tienen ideas confusas y que carecen de principios suficientes, que puedo fácilmente debatir y atraparlos en contradicciones constantes y concesiones a mi propias metas programadas de izquierda. Esto me hace parecer tolerante, y de “mente abierta,” por supuesto. Y siempre puedo ganar un debate, señalando que incluso esos enemigos están de acuerdo con mis premisas fundamentales. Todos ustedes conocen esas estrategias. Típicamente toman la forma de: “pero incluso Hayek y Friedman admiten esto, y no niegan eso; ¿qué más se puede decir?! ellos son ya los enemigos peligrosos; decir más, es absolutamente imposible!”

Y respecto a esos tales llamados enemigos—elegidos por la izquierda como los oponentes oficialmente aprobados, los enemigos que la izquierda ama odiar. Ellos ganan prominencia, respeto, y se vuelven ellos mismos parte del establishment, con acceso no sólo a los medios de comunicación, sino a los más altos rango del poder estatal. Así tenemos a Hayek y Friedman, y Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Y otra clave: Helmut Schmidt, el canciller social-demócrata de Alemania en esos tiempos, en el cumpleaños número 80 de Hayek le escribió un telegrama diciendo “ahora todos somos hayekianos,” y eso era lo que realmente sentía, así era! Luego, esa gente se convierte en los invitados favoritos en todo tipo de reuniones oficiales y conferencias; y de hecho si ustedes observan las conferencias de los hayekianos y friedmanianos en estos días, verán que son regularmente auspiciados o co-auspicia­dos por diferentes organismos gubernamentales y funcionarios. Y ellos y sus seguidores devuelven los favores a la izquierda participando en las prácticas exclusionarias contra los enemigos reales, genuinos y peligrosos de la opinión pública dominante de izquierda.

Ciertamente Hayek y Friedman, pero también muchos de sus seguidores, conocen a gente como Mises y Rothbard, pero si es que acaso los mencionan en algo, típicamente dicen unas cuantas cosas buenas seguidas rápidamente  de muchos comentarios negativos. Hayek, por ejemplo, menciona a Rothbard en un par de pies de página, en total, en todas sus obras. Y en el prefacio del libro de Mises, Socialismo, y en las Memorias de Mises, Hayek dice que Mises había cambiado sus forma de pensar y que había renunciado a su racionalismo excesivo, aunque absolutamente no hay nada que muestre ese cambio en Mises. Y Friedman, siempre ignoraba y trataba de burlarse de Mises, quien se había referido a él y a su gente, en la Sociedad Mont Pelerin, como nada sino “un manojo de socialistas.” El mismo tipo de calificaciones ustedes pueden encontrar en los líderes de la Fundación Hayek de Alemania. Hayek es alabado como el más grande filósofo y economista de la libertad en el siglo veinte, y tal vez de toda la historia humana; y Murray Rothbard: unos pocos comentarios halagadores, buen economista… pero todo lo que dice termina en absurdo. Sin dar ninguna explicación de cuál es ese absurdo. El estilo siempre es el mismo: lo reconoces, dices una palabra bonita, pero en la siguiente línea dices “pero básicamente son unos pobres locos.”

En cualquier caso, lo que los friedmanianos y los haye­kia­nos, e incluso más sus actuales seguidores, estos días, en vez de juntarse con extremistas maleducados y ana­r­quis­tas, como Mises y Rothbard y sus asociados, prefieren asociarse con políticos de alto rango, con banqueros centrales y con proselitistas de la guerra; miren simplemente las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin, y verán esos grupos de gente. Hubo otra conferencia sobre Hayek en Obergurgl, Austria, el conferencista principal fue Václav Klaus, que estuvo a favor de los Decretos de Benes, que expropiaron a los alemanes en la entonces Checoslovaquia, y los otros dos conferencistas principales son gente que trabajan para el Banco de Inversiones Europeo y la cabeza de un banco austriaco bien conectado al gobierno. Ese es el tipo de conferencias que los hayekianos organizan.

Ahora, ¿qué hacer entonces? Debemos decir las cosas como son. Y en la era de la internet, no es posible ignorarnos completamente.  Así romperemos esta alianza dañina entre la izquierda dominante y su oposición radical de libre mercado oficialmente designada y aprobada. Sin duda, esto nos traerá la animadversión de los líderes del movimiento hayekiano y friedmaniano, pero también hace posible ganar los espíritus confundidos de esos movimientos, que encontraron a Hayek y Friedman primero, pero que también ven que hay problemas con ellos, y que buscan una salida.

¿Y qué debemos decir? Aquí utilizaré las palabras de Rothbard. Antes de que Los Fundamentos de la Libertad fuese publicada, el manuscrito fue enviado a Rothbard. Y Rothbard escribió dos memos sobre el manuscrito. Uno fue una crítica página a página, que fue enviado al mismo Hayek—no creo que Hayek adoptara algo de eso. El segundo fue un memo interno enviado a Volker Fund, que pagaba el salario de Hayek en esa época, y básicamente pedía que cortaran los fondos a Hayek. Mencionaré la primera oración y luego el último párrafo del memo interno que Rothbard envió. “Los Fundamentos de la Libertad de F.A. Hayek, es sorprendente y angustiosamente un libro extremadamente malo, y yo diría hasta maligno.” Esa es la primera oración. Ahora el último párrafo:

Esa, entonces, es la fachada que F.A. Hayek presentará al mundo en sus Fundamentos de la Libertad. Una fachada que si yo fuese un joven interesado por primera vez en asuntos políticos, y leyera esto como el mejor producto de la “extrema derecha” [Murray se refiere aquí al movimiento libertario como la extrema derecha] yo me convertiría en un ferviente seguidor de la izquierda inmediatamente, y creo que así harían todos. Por eso considero que es un libro peligroso y por eso creo que los de la derecha deben atacar este libro con mucha vigorosidad cuando aparezca, en lugar de lo que estoy seguro ellos harán: aplaudirlo como muchos otras focas amaestradas. Porque (1) Hayek ataca el laissez-faire, y ataca o ignora a los verdaderos libertarios. Por tanto, creando la línea “incluso Hayek admite…” y (2), su argumento está basado en un menoscabo o relego de ambos razón y justicia, de tal forma que cualquiera interesado en razón o justicia tenderá a oponerse al libro completo. Y debido a la gran prominencia de Hayek en el mundo intelectual, cualquier falla de los de extrema derecha en atacar el libro, con el vigor implacable que merece, sin duda perjudicará la causa de la derecha que todos nosotros consideramos querida.”[13]

Y lo mismo se aplica a Friedman; el caso de Friedman es incluso peor que el de Hayek. Muchas gracias.

Notas:

[1]Consultar  Murray Rothbard. “F.A. Hayek and the Concept of Coercion,” en The Ethics of Liberty (New York: New York University Press, 1998) pp. 219.  http://mises.org/rothbard/ethics.pdf

[2]F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17. Hamowy Ronald, Ed. (London: Routledge, 2011) pg. 199.

[3]F.A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 1 (Chicago: University of Chicago Press, 1973), pp. 55-56.

[4]F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17. Hamowy Ronald, Ed. (London: Routledge, 2011) pg. 204.

[5]Ibid, pg. 202.

[6]Ibid, pg. 203.

[7]Ibid, pg. 204.

[8]Ibid. pg. 203.

[9]Ibid, pg. 71.

[10]Ver, Part III “Freedom in the Welfare State.” F.A. Hayek, The Constitution of Liberty, The Definite Edition. En The Collected Works of F.A. Hayek. Vol. 17. Hamowy Ronald, editor. (London: Routledge, 2011).

[11]Ibid, pg. 331.

[12]Ibid, pg. 210.

[13]Rothbard, Murray. “Confidential Memo on F.A. Hayek’s Constitution of Liber­ty.” En Murray N. Rothbard Vs The Philosophers, Unpublished Writings on Hayek, Mises, Strauss and Polanyi. Modugno, Roberta, Ed. (Auburn, Al.: Ludwig von Mises Institute, 2009) Pg. 61. http://mises.org/document/4983/

33 comentarios en “¿Es Hayek un mito?

  1. Otra cosa: los últimos capítulos de mi «Introducción filosófica a Hayek» (2003). Capítulo 9: la epistemología de Hayek y sus consecuencias en economía política. Vamos a comentar ahora cómo se va desarrollando el pensamiento de Hayek en Economía, después de todo lo que acabamos de ver sobre su metodología. Es importante advertir que Hayek va plasmando lentamente el desarrollo de su pensamiento. No escribe los ensayos que vamos a comentar “después” de haber establecido sistemáticamente su metodología. Recordemos que lo que a nuestro juicio es su último gran ensayo epistemológico (The Theory of Complex Phenomena) es de 1964, “Grados de explicación” es del 55, “Scientism”, del 42, y lo que nosotros comentaremos ahora son tres ensayos que van del 45 al 47. Siguen al planteo de su programa de investigación, a saber, “Economics and knowledge”, de 1935. Allí había quedado establecido, hacia el final de ese ensayo, que todas las ciencias sociales estudian órdenes espontáneos, y que la economía era uno de esos órdenes, consistente en que los factores de producción tienden a acercarse a las necesidades de la demanda. En 1945 y en el 46, Hayek comienza a detallar cómo se produce tal cosa. No porque antes en su labor de economista dedicado al capital y al ciclo no lo hubiera visto, sino porque ahora se va a concentrar en los detalles de la información en el mercado, conciente de que su insistencia en el papel limitado del conocimiento demandaba una mayor explicación. Es importante advertir que estamos en años en los cuales la escuela austríaca parece haber desaparecido. Mises era un exiliado y olvidado profesor, perdido en la indiferencia de estudiantes y profesores positivisas, y aún, por otra parte, no había re-escrito Human Action. La diferencia entre los modelos neoclásicos y la escuela austríaca no estaba aún clara. Los dos ensayos que comentaremos a continuación (The Use of Knowledge in Society, de 1945, y The Meaning of Competition, de 1946 ) son claves para esa progresiva toma de conciencia que la escuela austríaca, como escuela de pensamiento, hace de sí misma (analógicamente hablando). No es extraño que Hayek comience el primer punto del primero de estos ensayos explicando nuevamente el carácter limitado del conocimiento, casi como quien sintetiza nuevamente lo explicado 10 años atrás en Economics and Knowledge. ¿Quién tendría que acordarse de ello? Lo que hoy “para nosotros” es claro, no era claro ni para los pocos “austríacos” que en ese momento había….. Si no eran sólo Mises y Hayek! (Y cabe recordar que en este momento es un punto sólo conocido para quienes conocen hoy, retrospectivamente, el desarrollo de la escuela austríaca; por eso puse “para nosotros” entre comillas). El eje central de este ensayo consiste en aclarar el rol “informativo” de los precios en situación de conocimiento imperfecto. Para eso Hayek aclara dos cosas antes: uno, que el conocimiento científico no es aquél hacia el cual él está apuntando, dos, que no es cuestión de si hay plan o no sino “quién” planifica. La importancia de lo anterior es que no hay una ausencia de coordinación en el mercado, sino que esa coordinación no es planeada por sólo una persona, ni puede serlo, sino que es el producto de conocimiento que se encuentra disperso en una serie de personas que no lo tienen científicamete, sino informalmente (como veíamos en los primeros capítulos). Las circunstancias concretas de lugar y tiempo que hay que tener en cuenta a la hora de tomar decisiones implican por pare de cada agente en el mercado una apreciación hermenéutica que, como vimos la vez pasada, no es posible reducir a cierto nivel de generalidad “algorítmica”. Hayek escribiría 10 años después lo que ya vislumbraba en el proceso de mercado. Los precios son entonces esas señales de comunicación entre personas, sin las cuales no podrían coordinar nunca esos bits de información que cada una posee. Suponiendo, como dijo 10 años atrás, que las personas tienden a aprender de sus errores, entonces si alguien busca mantenerse en un mercado libre estará “atento” a ciertas señales, y los precios ocupan un papel destacado entre ellas. Las subas y las bajas en los precios de los productos resumen información de valoraciones y decisiones tomadas por incontables personas que de otro modo no hubieran podido ser hemenéuticamente “estimadas”. Pero además permite al “decision maker” planear para el futuro, anticiparse, tomar una decisión riesgosa en función de ese movimiento de precios que está registrando. Ese conocimiento “estimativo” del futuro forma pare también de ese conocimiento disperso y con esto adelanta Hayek lo que en 1968 dirá en su famoso ensayo “La competencia como proceso de descubrimiento” . Este ensayo es una de las fuentes principales para que luego Kirzner distinga entre el decision maker “computacional”, adecuado a los modelos de competencia perfecta e imperfecta, que toma decisiones sobre la base de medios dados con fines establecidos, y el “austríaco”, que decide sobre la base de medios que deben ser “descubiertos”, con fines “estimados” en situación de riesgo y, por ende, con un margen de ignorancia que incluye ignorancia sobre lo que se ignora. Esto es clave para la escuela austríaca de los 70 para adelante, y este ensayo es uno de las fuentes de esa re-elaboración conceptual. Pero observemos un detalle. Hayek habla continuamente del papel “comunicativo” de los precios. Es una tarea para realizar investigar hasta qué punto este papel, en el cual la escuela austríaca insiste hoy como una de sus características definitorias, sería aceptado por ciertos paradigmas de la filosofía de la comunicación actual. Los de la escuela de Krankfurt, sobre todo los seguidores de Habermas , se reirían de esto. Dirían que Hayek se refiere a la racionalidad instrumental de la sociedad capitalista, que es una racionalidad de alienación y de dominio, y que sería imposible suponer en un mercado una auténtica racionalidad comunicativa, que busca el entendimiento con el otro. Muy pocos se han ocupado de un posible diálogo Hayek/Habermas, excepto J. Shearmur . ¿Son posibles ciertas condiciones de diálogo en un intercambio comercial? La pregunta es relevante porque si la respuesta es definitivamente no, entonces una sociedad libre es una sociedad eficiente pero relativamete inmoral. La importancia filosófica de esto, la importancia filosófico-politica, es en mi opinión clara. Yo sugiero una respuesta que obviamente Habermas rechazaría: que el mercado, en tanto estrategia abierta, y “tácitamente conocida en cuanto tal”, según cierto “horizonte” no es necesariamete alienante como sí lo sería toda estrategia oculta para con el otro. Este es todo un importante, creo. Mi opinión es que si no vemos estas cosas no entendemos de dónde vienen las objeciones de un Stikkers u otros. Claro que “no conocen a la escuela austríaca”, pero creo que no la conocen porque están formados en paradigmas en los cuales resulta incomprensible hablar de un mercado que “comunique”. Perdonen el ex-cursus. Creo que a partir de aquí, esto es, cuando Hayek sistematiza el rol de los precios como sintetizadores de información dispersa, la redacción de su ensayo “The Meaning of Competiton”, de 1946, era algo que, como hubiera dicho Leibniz, se desprendía de su esencia. Dado todo lo anterior, era obvio que el modelo de competencia perfecta, con sus variantes, no era el adecuado para explicar el papel del decision maker austríaco, y menos aún la tercer característica (conocimiento perfecto) que Hayek vuelve una y otra vez, con toda paciencia y elegancia, a explicar como definitivamente “inapropiada”. Dije “inapropiada”, no sólo falsa. Es inapropiada para el conjunto del programa de investigación austríaco. Si nos embarcamos en él, es obvio que ese presupuesto no va. Esa aclaración es epistemológicamente relevante, porque los que utilizan modelos no austríacos saben que ese presupuesto es “no realista”, y no solo les parece muy bien (Friedman) sino que además han incorporado algo de Hayek en la nueva economía de la información . La clave es que en el proceso de mercado el que toma decisiones lo hace con ignorancia de lo que ignora, factor obviamente no cuantificable en ningún modelo excepto en un modelo explicativo del orden espontáneo que está en juego. La diferencia entre ignorancia ignorada e ignorancia “asumida como un costo” es un logro de Kirzner, pero nuestra interpretación es que estos ensayos (más la descripción del mercado por Mises en Human Action) son la fuente. Por eso es digna de destacar una expresión que a los economistas del maistream parecerá poco menos que un arranque de poesía “anticientífica”, pero para nosotros es clave: el problema económico implica siempre un viaje de exploración a lo desconocido.(p. 101 de “Individualism….”). Esto es el adelanto de la noción de “descubrimiento” que es la contrapartida de la situación de ignorancia ignorada en la que se encuentra el “decisor” austríaco, contrapartida que explica la tendencia al equilibrio y sin la cual el mercado no tendría que ser otra cosa que el caos aleatorio que suponen otros austríacos poco estudiados por nosotros (Lachmann y Schakle) . Después de todo esto, ¿cómo entra “Free” and Competitive Order (1947)? En ese ensayo vemos a un Hayek muy preocupado por el orden jurídico que debe rodear a la competencia. Dice cosas medio asombrosas si las ponemos fuera de contexto y si no conocemos al Hayek posterior. No distingue demasiado entre derecho y legislación, aclara más de una vez que hay sectores a los cuales la competencia no llega (¿subsidiariedad?….); se preocupa por detalles de legislación concreta con respecto a marcas, patentes y competencia, y “advierte” a los liberales a los que se dirige que el tema laboral no se reduce a despotricar contra los sindicatos. ¿A quién tenemos aquí? Pues el Hayek que ha advertido que el orden jurídico-institucional juega un papel esencial en el proceso de mercado. Cosas así había dicho ya en 1945 en Camino de servidumbre . En definitiva, tenemos aquí al filósofo-político que se anuncia. Muchas de sus frases que parecerían casi “socialistas” a los oídos de los actuales anarco-capitalistas (Anthony de Jasay , por ejemplo) se entienden no sólo en el contexto particular de su filosofía política, sino también en el marco general de su epistemología, epistemología cuya “ignorancia ignorada” tienen como punto común muchos de los críticos más severos de Hayek: como algunos tomistas, anarcocapitalistas y socialdemócratas. ¿Por qué será? Tendremos tiempo para averiguarlo. Capítulo 9: las implicaciones políticas de su epistemología. Introducción. Después de habernos introducido suficientemente en la epistemología de Hayek, vamos a corroborar una de mis hipótesis interpretativas, a saber, que su filosofía política es entendible sólo a la luz de su epistemología. Y lo vamos a hacer porque hoy tenemos que introducirnos a su filosofía política, uno de los aspectos más llamativos y a la vez complejos del pensamiento de Hayek. Los ensayos que hay al respecto en Nuevos Estudios están escritos después de la publicación de Los fundamentos de la libertad y antes de la trilogía de Law Legislation and Liberty. (LLL) Tienen la ventaja de que “resumen” gran parte de lo dicho en “Los fundamentos….” y adelantan, también sintéticamente, lo que después sería LLL. Antes de pasar a comentar lo que consideramos los principales temas de esos ensayos (porque hay cosas que se repiten), ¿qué hemos visto hasta ahora? Hemos visto que: 1) la teoría del orden espontáneo es lo que une a todo el pensamiento de Hayek. 2) Que Hayek inscribe su pensamiento en la tradición del orden social espontáneo de la escuela escocesa, en la cual lo central es destacar la espontaneidad de las instituciones sociales “beneficiosas” (el término “institución” abarca a lo económico, jurídico, político y lingüístico). 3) Que el seguimiento no planificado de ciertas pautas de conducta tradicionales por parte de un grupo de personas es condición necesaria para ese proceso y que eso se basa a su vez en una teoría de disposiciones innatas y abstractas de comportamiento . Ello tiene en Hayek fuertes connotaciones neokantianas que nosotros hemos considerado contingentes a su planteo. 4) Que los órdenes espontáneos constituyen a su vez el principal objeto de todas las ciencias sociales a nivel de proceso. Que ese conocimiento se basa en una comprensión de los fines de los sujetos actuantes y en la deducción de las consecuencias generales de esos modelos de órdenes espontáneos (pattern predictions). 5) Que la comprensión de los elementos de ese modelo y sus predicciones es cualitativa, hermenéutica, y que su aplicación a casos concretos implica una apreciación también hermenéutica de circunstancias , apreciación tampoco cuantificable. Es importante destacar, como lo hace J. Schearmur en la obra ya citada , que todo esto constituye un programa de investigación, en términos de Lakatos. Un programa de investigación nunca es un producto terminado ni tampoco no perfeccionable. Esto les puede ayudar a ubicar epistemológicamente las críticas que tengan para con Hayek. Puede ser que uno o varios aspectos del programa no los convenzan, que consideren que el planteo es en general correcto pero que falta aún mucho por hacer, o que disientan directamete con el planteo del programa en sí. Ahora bien: ¿cuáles son los principales temas que nos encontramos en los ensayos políticos de Nuevos Estudios? Son, en primer lugar, temas que Hayek ha ido sistematizando a partir de los 50, en lo que Julio César de León llama el período silencioso pero fecundo de su estancia en los EEUU . En estos ensayos los escribe sintéticamente, con la seguridad de quien ya los explicó largamente en un libro de madurez (Los fundamentos…. [No olvidemos que el original inglés es “The Constitution of Liberty]). Veamos cuáles son esos temas principales: 1. La distinción entre cosmos y taxis para los órdenes sociales y sus respectivas normas: nomos y thesis. El cosmos se refiere a un orden no planificado, fruto de la acción humana pero no del designio humano. (Van a ver que voy a ser muy sintético y después veremos por qué). Taxis, en cambio, hace referencia a órdenes en lo social que los seres humanos pueden deliberadamente planear. La distinción entre sus dos tipos de normas es esencial para la filosofía política de Hayek, inseparable de su filosofía del derecho. La “ley” (law) emana como normas espontáneas del orden social, tal cual el common law inglés, mientras que la “legislation” hace referencia a disposiciones administrativas que emanan de organismos ad hoc donde los seres humanos pueden deliberar, decidir y planear. 2. Ninguna de estas nociones se trabaja epistemológicamente al margen de la experiencia histórica. Nos guste o no, la mente de Hayek no se parece en absoluto a esos filósofos que conciben su sistema ideal para que sea “después” plasmado en la historia. Pero, ¿qué relación tiene esto con su filosofia política? Justamente, su crítica al racionalismo “constructivista”. Eso no lo entienden sus críticos socialdemócratas pero tampoco los anarcocapitalistas que lo acusan de socialista . No es una cuestión de contenidos: es cuestión de “cómo procede una inteligencia”. Esto es lo que debe comprenderse fundamentalmente. Hayek nada hubiera respondido a alguien que le hubiera exigido distinguir entre su sistema “en sí” y la experiencia histórica. Sencillamente, creo que hubiera respondido que la distinción está mal planteada. 3. La “ley” consiste principalmente en normas generales de conducta justa, generales en cuanto que no son específicas para grupos o personas particulares. Van surgiendo después de un largo proceso de ensayo y error que se identifica con la práctica del common law británico. Hayek oscila en identificar a esto con la ley natural escolástica. Cuando habla de las raíces clásicas medievales en “Liberalismo” parece que sí lo hace pero luego se desliga de esa noción en LLL. Tendremos tiempo de entretenernos con ello. Lo que es claro es que esto lo aleja desde siempre de todo tipo de positivismo jurídico. 4. La división de poderes y la democracia limitada (adjetivo “esencial” para Hayek) se explican a la luz de la interpretación conceptual de la historia política inglesa (obsérvese que dije “interpretación”: ninguna historia es un “hecho”). El poder legislativo se constituye como organismo de control de las normas tipo nomos “contra” el poder del rey (el ejecutivo, diríamos hoy), y tiene una “rama” (que sería más bien la cámara de los comunes) que se ocupa de las normas tipo taxis, esto es, lo que los seres humanos pueden planificar (recolección de impuestos, presupuestos, etc). Esto lo separa absolutamente de la interpretación de la democracia al estilo Rousseau, que, lamentablemente para Hayek y los hayekianos, se convierte en el paradigma dominante de la modernidad política, totalmente compatible con otro paradigma dominante, el welfare state…. (Esto explica por qué J. Rawls se adapta tan fácilmente a la mentalidad de nuestros contemporáneos, pero deja un interesante misterio: por qué Hayek elogió a Rawls…..) 5. Las funciones del estado son elásticas, no prefijadas, sobre todo a nivel local. Esto habitualmente es olvidado por quienes son partidarios al mismo tiempo de Hayek y de un estado abstencionista total. Antes de estar en desacuerdo o no se lo debe entender a la luz de su epistemología…. 6. Ahora bien, la “cruz” de los “hayekólogos” es: ¿hay algún criterio “general”, “a priori” de una circunstancia histórica, desde la cual Hayek pueda juzgar la evolución de las instituciones sociales, sin convertirse ipso facto por ello en otro racionalista constructivista? ¿Hay algo que permite “juzgar” a la historia política inglesa desde algo que no sea ella? ¿Por qué, si las tradiciones son tan importantes, “proponer” ciertas ideas universalmente, y no descansar en un conservadorismo británico que haya abandonado las pretensiones universalistas del liberalismo clásico (de cualquier signo)? 7. J. Gray , cuando aún era partidario del programa de Hayek, propone una especie de imperativo categórico, neokantiano, implícito en toda su obra y que explica el utilitarismo tipo Hume que es un poco más explícito. Ese imperativo es “aumentarás lo más posible tu libertad individual”. Como todo imperativo categórico no le pidan justificación anterior. Esta conjetura interpretativa explica también por qué Hayek caracteriza a la libertad política siempre vía negativa, como ausencia de coacción. Esto es clave. Si Gray tiene razón, seamos neokantianos o no, la mesa de Hayek tiene los sostenes necesarios. Si no, se cae y hay que sostenerla desde “absolutamente fuera” de Hayek. Dejemos algo importante (cuál es el eje centra del orden espontáneo en política) para más adelante y preguntémonos: todo esto que hemos visto, este listado “falible” de características…. ¿Sería posible de “comprender”, hermenéuticamente hablando, si no hubiéramos visto antes la epistemología de Hayek? Creo sencillamente que no. Por eso hemos podido ir tan rápido. No se puede comenzar a leer de la nada la distinción entre nomos, taxis, cosmos, tesis, etc., sin comprender cómo está concibiendo Hayek la investigación de un científico social. Y eso es lo que pasa a muchos que suponen entender a Hayek. El está suponiendo que, como toda institución, el orden político surge espontáneamente dadas ciertas condiciones. Esas condiciones son lo que vinculan en su pensamiento teoría e historia. A su vez, la apreciación hermenéutica de circunstancias es lo que lo aleja de todo tipo de constructivismo y le da a su concepción de los gobiernos locales una mayor elasticidad. Pero, ¿hacia dónde evoluciona el orden político? ¿Cuál es la pattern prediction de su sistema? En economía es la economización de recursos. ¿Y en política? Estas preguntas son claves, pero son formuladas desde mí, una mente más racionalista que la de Hayek. El no necesita formularlas “sistemáticamente”: las formula implícitamente a lo largo de todos sus escritos y se toma toda la vida para contestarlas sin decirnos dónde. No es un defecto de su sistema. Es una característica del antirracionalismo de Hayek que hay que asumir si se lo quiere entender. En mi caso, formado en Mises primero, Hayek significó vivir la experiencia de que en las ciencias sociales existe la limitación de conocimiento…. Y de que el liberalismo clásico, por ende, no lo explica todo, ni lo sabe todo, ni lo predice todo….. Sí, obvio, dirán los no liberales clásicos…. El asunto es si las alternativas explican y saben mejor…… El desafío queda abierto. Capítulo 10: un debate sobre la antropología filosófica de Hayek . Cuando estuve en la Universidad Francisco Marroquín en Julio de 1999 me encontré a todos muy “entusiasmados”, por decirlo de algún modo, con una crítica de A. Argandoña, del año 91, que yo desconocía. Al principio traté de ni entrar en el debate pero cierto sentido de comunidad académica prevaleció y finalmente me ví implicado en la discusión, no tanto en ese momento, pero sí después con Argandoña. El ensayo de Argandoña del 91, como él mismo reconoce en su réplica del 99 a sus críticos, es un ensayo “enojado”. Y, para usar sus propias palabras, es un ejemplo “paradigmático” de la reacción de alguien que ve en Hayek algo muy valioso “pero” que le falta algo igualmente valioso. Mi relación hacia ese tipo de críticas siempre ha sido difícil. A las personas formadas en un paradigma más o menos neotomista, que le “piden” a Hayek lo que le falta y me ven como un aliado potencial, siempre he contestado: ¿por qué le piden lo que no puede dar? ¿Qué valor académico puede tener algo así? Agreguémoslo nosotros como podamos, pero poner a Hayek un “2” en ese supuesto examen es, como diría Caldwell , una crítica externa que a nada conduce. Por otra parte: ¿se “entienden”, hermenéuticamente hablando, temas claves en Hayek, si tomamos esa actitud? Observemos dos puntos básicos que enojan a Argandoña: el paso de la conducta tribal a la gran sociedad, y la evolución gradual del orden espontáneo. Lo segundo ya lo hemos analizado; lo primero presupone esa serie de pautas aprendidas de conducta de las cuales hablamos desde las primeras notas. ¿Las habíamos visto como un ataque directo a la solidaridad cristiana? No, porque no estábamos pidiendo a un norteamericano que hable en Ruso. No es un chiste, teniendo en cuenta todo lo que se ha dicho sobre traducción, paradigmas, horizontes, comprensión, lenguaje (Kuhn, Gadamer). Pero el ensayo de Argandoña del 91, con todo su enojo, ya decía que ese criterio evolutivo darwinista social, que dejaría a los menos dotados, más o menos, muriendo por la calle, no era necesario a la obra de Hayek. Moris Polanco le responde agudamente que sí es necesario, que no puede sacarse a Hayek esa parte de su sistema . Claro, la pregunta que queda pendiente es: pero ¿cómo interpretamos esa parte de su sistema? ¿Como ese darwinismo social o como una teoría de los fenómenos sociales intermedios entre la naturaleza física y las obras de arte? Nosotros ya hemos dado nuestra respuesta. Julio César De León asume la defensa . Niega que haya en Hayek un darwinismo social marcado por la crueldad, y hacia el final de su ensayo hace su pregunta central: ¿por qué Hayek “necesita” una fundamentación trascendente? ¿Es que no puede haber una fundamentación que “no” sea metafísica? Aguda pregunta. Clinton López lo sigue cuando más o menos había dicho: si Argandoña quiere agregarle a Hayek sus aditamentos neotomistas, que lo haga, pero Hayek no los necesita. La respuesta de Argandoña es una de las más asombrosamente honestas y fructíferas que he leído en este tipo de debates. Reconoce su “enojo” para con Hayek, y pacientemente comienza a explicar el paradigma desde donde él miraba a Hayek. El tono cambia. Al principio se muestra como un austríaco. Reconoce los logros y avances de la escuela austríaca con respecto al tema de la acción humana (un reconocimiento que últimamente se está extendiendo cada vez más), “pero” la considera insuficiente. Esto es, no incorrecta, pero insuficiente. Claro, cualquier partidario sensato de la teoría austríaca de la racionalidad la consideraría insuficiente en el sentido que nada es una explicación completa, pero Argandoña está pensando en algo más específico. Está pensando en una teoría de la acción donde la finalidad de la acción humana y el libre albedrío estén claramente planteados, de modo tal que: a) el riesgo, la incertidumbre y el conocimiento no-perfecto queden coherentemente fundamentados, y b) que quede abierto el camino hacia ciertas virtudes que forman parte de los presupuestos del mercado (en eso coincide con Ricardo Crespo y, más lejanamente, con Michel Novak). En Octubre del 99 tengo con Argandoña un intercambio de e-mails donde le reconocía prácticamente in totum el punto a. Nuestra coincidencia fue casi completa. Pero entonces, ¿por qué dos actitudes y dos interpretaciones tan distintas del mundo hayekiano? La respuesta, más allá de cuestiones hermenéuticas básicas de diálogo de horizontes diferentes, pasa por el enfoque que demos al tema del criterio de racionalidad Mises-Hayek en relación a teorías de la acción más clásicas (Aristóteles en el caso de Crespo , y Santo Tomás, creo, en el caso de Argandoña). Aquí es donde el comentario de Clinton López cuenta. Si “agregamos” Sto Tomás a Hayek o a Mises, ¿cuál es el resultado? ¿Una completa trasnsformación, o un aditamento relativamente indiferente? Montar al edificio de racionalidad austríaca sobre la racionalidad tomista implica una transformación radical, efectivamente, del edificio austríaco, pero no innecesaria. Ni Aristóteles, ni San Agustín, ni Tomás ni ningún otro autor clásico “vieron” lo que Mises y Hayek vieron con respecto a la acción humana en el mercado. Por ende no se le agrega a esa noción clásica algo que estaba contenido en ella históricamente, sino un despliegue conceptual nuevo que obedece a una conciencia histórica absolutamente diferente. Montar a los austríacos sobre Tomás no es hacerle decir a Tomás lo que no dijo ni minimizar la visión original de los austríacos. Es conformar un nuevo paradigma que responde a nuestra conciencia histórica. Nuevo paradigma que, tal vez, ni los tomistas ni los austríacos podrían hacer solos, aislados, enojados, sin diálogo. Capítulo 11: teoría e historia en la filosofía política de Hayek. Antes de comenzar a comentar directamente el tema de hoy, no olvidemos que en el cap. 9 hemos realizado una especie de introducción a la “aplicación de Hayek a la teoría política”, pues siempre hemos opinado que sus ideas epistemológicas y sus ideas sobre el orden espontáneo son lo que “está detrás” de sus ideas políticas. Eso es, como ya dije, lo que causa a veces problemas de interpretación, al ser esas ideas políticas más “visibles” que lo filosóficamente previo. El libro que tenemos entre manos (Los fundamentos de la Libertad ) es el primero de los dos “tratados” políticos de Hayek. Julio César de León ha explicado, como ya dijimos, la “ubicación vital” de esta obra . Pertenece a la estancia casi silenciosa y fructífera en los EEUU. Esto ese importante, ya veremos por qué. Su organización es clara: la primera parte es una larga exposición al tema de la evolución espontánea de las tradiciones sociales, con un énfasis especial en la parte política. El lector que ya esté al tanto de la teoría del orden espontáneo habrá ganado mucho terreno. En la segunda parte Hayek concreta sus ideas sobre la libertad individual en un juego permanente entre teoría e historia. Y en la tercera hace aplicaciones más directas de estos temas a cuestiones de política económica y temas sociales habitualmente debatidos. ¿Cuál es la importancia de esta tripartita división? La siguiente. En la primera parte Hayek despliega todos los análisis filosóficos a los cuales nosotros estamos acostumbrados, pero que pueden tomar por sorpresa a algún lector demandante de análisis políticos más directos. Con ello Hayek sigue una tradición propia de los austríacos, que destacamos en la introducción: una densa teoría general como “fundante” de todo el análisis posterior. En la segunda parte, y como contrapartida de la anterior, Hayek despliega ideas más concretas sobre la libertad individual, pero, como dijimos, en diálogo permanente con la historia. ¿Cuál es la importancia de esto? En cierta medida ya lo dijimos en el cap. 9, pero ahora lo vemos “in situ”. Forma parte de la epistemología de Hayek no “construir” in abstracto una teoría política vacía de contenido histórico, porque ello sería una pretensión de conocimiento más allá de la mente humana . Ahora bien, parafraseando a Kant, la teoría sin historia es vacía, pero la historia sin teoría es ciega. Necesariamente la inteligencia humana coloca a los fenómenos históricos en un marco interpretativo, y de allí la importancia de la primera parte, donde ese marco interpretativo fue explicado. La importancia de la tercera parte radica en que allí vemos a Hayek desplegar su capacidad interpretativa de fenómenos concretos, dándonos un ejemplo de dos temas que habíamos visto en la parte epistemológica: a) la “sutilidad” del análisis hermenéutico de aquello que conjuga circunstancias complejas (“Degrees of Explanation”); b) concomitantemente con lo anterior, el despliegue de las “pattern predictions”: predicciones cualitativas. La visión “por arriba” de esta parte tercera puede dar una buena impresión a aquellos que acusan a los austríacos de no analizar temas concretos, pero si se mira más cuidadosamente, esos temas concretos son analizados con ese método “hermenéutico” que en el fondo choca (para bien, en mi opinión) con el paradigma positivista dominante en ciencias sociales, del cual emergería esta peculiar acusación: “muy bien, pero esto es filosofía, no es ciencia”, o “¿y dónde está la evidencia empírica?”. Ahora bien, ¿qué podemos comentar de la segunda parte, que es el tema que nos ocupa? Creo que hay dos ideas dominantes: a) el ámbito de la libertad individual (caps. 9, 10, 14) b) el análisis histórico del tema (caps. 11, 12, 13). Dejamos por más adelante el tema del positivismo jurídico que ya aparece en el cap. 16. Dos ideas son dominantes en el tema de la libertad individual: 1. La libertad como ausencia de coacción, 2: el análisis del “harm principle”, esto es, la adopción, peculiar en Hayek, del daño a terceros como límite a la propia libertad individual. Ambas ideas eran ya características de cierta tradición liberal clásica y su “comentario” por parte de Hayek ha ayudado a reforzarlas. Primero, ¿por qué define Hayek a la libertad negativamente? Porque conforme a todo lo que “dijo y dirá”, Hayek piensa siempre en la libertad individual como “Law”, esto es, el “derecho” emergente de una tradición de common law donde se encuentran las libertades individuales “clásicamente negativas”, esto es, “estar libre de” tal o cual coacción (término que, como habrán visto, Hayek se ocupa de distinguir de cualquier tipo de “fuerza”). Hayek negará, ya en este libro pero mucho más enfáticamente en Law, Legislation and Liberty , aquellos derechos que toda otra tradición socialdemócrata considera esenciales, esto es, las “libertades-derecho para” tal bien o servicio (educación, salud, etc). Esto podría implicar tres cuestiones, las dos primeras más externas al pensamiento de Hayek, pero no la tercera. Primera: una re-definición positiva de libertad individual como “la institucionalización del respeto a las libertades individuales” hace referencia a un orden constitucional que no es contradictorio con lo que Hayek quiere decir. Segunda: hablar de un “derecho al bien común” emergente de ese orden constitucional tampoco es contradictorio con el planteo hayekiano, pero esto es “muy” externo a su paradigma. Tercera: se habrá visto que en estas secciones Hayek comienza a incorporar “sistemáticamente” su “peculiar” tratamiento de los bienes públicos, cuestión que da a su pensamiento un giro muy interesante, tanto en este libro como en toda su obra. ¿Por qué? Porque, por un lado, Hayek niega los derechos positivos de la socialdemocracia pero, por el otro, da a los gobiernos locales una discrecionalidad en el manejo de los bienes públicos tal que su pensamiento sale de un esquema de gobierno mínimo que sólo administra justicia. Esto es considerado una terrible contradicción por algunos pero nosotros no la consideramos tal. ¿Por qué? Porque es totalmente coherente dar a los gobiernos locales lo que se quita a la constitución federal. Esto ubica al pensamiento de Hayek en una línea muy similar a la de Buchanan , y por eso dijimos que el hecho de que este libro haya sido escrito durante su estancia en los EEUU no nos parece casual. Creo que Hayek tiene un planteo neo-institucionalista, casi de “economía constitucional” , más global aunque menos técnico que el planteo de Buchanan. Interesante tema a investigar. Esto da un peculiar giro, también, a la segunda idea dominante del tema a. Hayek adopta en cierta medida el harm principle de Mill pero advirtiendo expresamente que sólo tiene sentido en el caso de una correcta delimitacion de la esfera protegida de cada individuo (punto 9 del cap.9). Está pensando, claro está, en la esfera constitucional. Esto da una clave de diálogo con aquellos que consideran que el “principio de daño” no tiene en cuenta el tema del orden moral como límite a la libertad individual. ¿Por qué ese diálogo implícito? Justamente, porque el fundamento básico de un orden constitucional “puede ser” la concepción filosófica de una ley natural de tipo moral. “Puede ser”. ¿Lo es en Hayek? Cuando critica enfáticamente al positivismo jurídico, parece que sí. Pero ya veremos más adelante por qué se separa explícitamente de un pensamiento ius-naturalista. Ahora bien, habíamos dicho que esta segunda parte tenía dos ideas clave. La segunda era el tema histórico. Ya hemos comentado la importancia de esta cuestión en la epistemología de Hayek. En estos capítulos “cobra vida” la prescripción metodológica anti-constructivista. Hayek tiene una concepción “evolutiva” de la libertad individual. No hay en su visión quiebres dialécticos en la historia humana (antigüedad vs. modernidad, época medieval vs. modernidad, etc). Por eso nos hace pasar los “antecedentes” de la libertad individual, tanto teóricos como prácticos, en Grecia, Roma, llegando hasta Inglaterra y EEUU, con un especial énfasis en estos dos últimos casos, por el tema del common law y la constitución federal, cuya importancia para Hayek ya hemos visto. Pero hay aquí una pregunta muy delicada. ¿Cuál es el juego entre el ser y del deber ser en todo esto? ¿Por qué esta peculiar evolución es colocada como “buena”? ¿Por qué debemos preferir esta evolución hacia la libertad individual y no otra “evolución” hacia otra cosa? (Por ejemplo…. ¡Afganistán hoy! ). ¿Será que esa libertad individual es “conveniente para” evitar las guerras y eliminar la pobreza? Pero, ¿es entonces Hayek una versión refinada de utilitarismo? No tengo una respuesta segura a este delicado interrogante. Pero creo, con John Gray que hay en Hayek un imperativo categórico implícito, como ya hemos comentado, sobre la libertad individual como el valor fundante de su sistema. Lo que no habíamos dicho antes es lo coherente que nos parece esta interpretación de Gray a la luz de la historia de la filosofía. Antes de Kant aún era un paradigma dominante una metafísica trascendente. Quitada ella de la categoría de “ciencia” y-o “racional” por Kant, aparece como tentadora la opción de un relativismo moral, un nihilismo ético post-moderno. Pero Hayek, Mises y todo el renacimiento del liberalismo clásico a partir de ellos no son relativistas morales. Tampoco quieren una metafísica. Por ende tienen un imperativo categórico de tipo kantiano escondido por algún lado “desde” el cual juzgan éticamente a la historia e incluso a sus propias respuestas utilitarias. La tónica general de estos autores no es la de un técnico. No dicen “si no adoptas la libertad individual, tendrás guerras y miseria, (en las cuales, a su vez, no hay libertad individual….) pero no me importa”. Sí les importa. Les importa porque para ellos la libertad individual es un valor moral, aunque no tengan una metafísica que lo fundamente. Y eso es Kant. Ahora bien: ¿puede tener la libertad individual una metafísica trascendente que la fundamente? Sí, claro. Pero eso…. Ya no es Hayek. Capítulo 12: Hayek y las propuestas de reforma institucional. Vamos a comentar, en esta clase y en la próxima, ciertos temas que nos permitirán resolver –siempre provisoriamente- algunos interrogantes que quedaron planteados. Los temas propuestos para esta clase fueron el cap. 2 del tomo I de LLL y los caps. 7, 9 y 10 del tomo II. Ante todo: no se puede comenzar a tratar nada del libro Law, Legislation and Liberty sin contextualizar al título y la época en la cual fue publicado. El título es para nosotros claro, pero si alguien comenzara a estudiar Hayek con este libro, ya tendría en sus dos primeras palabras un resumen de su pensamiento. La clara distinción entre Law y Legislation –que nosotros ya hemos visto- es central en toda la filosofía política y la filosofía del derecho de Hayek porque presupone la distinción entre orden espontáneo y deliberado (justamente, cosmos y taxis, el cap. 2 del libro I). Esa distinción es lo que permite la institucionalización de la “Liberty” en el marco social, al estar la “Ley” por encima de las decisiones de la “Legislación”. Pero algo en lo cual no creo que se haya reparado suficientemente, hasta ahora, es la ubicación de esta obra de Hayek en el contexto de la filosofía política post-1970 y especialmente en los EEUU. En 1971 Rawls escribe su famoso Theory of Justice , que es seguida en 1974 por Anarchy, State and Utopia de Nozick y The Limits of Liberty de Buchanan . A esos tres libros se los considera centrales en el marco del neocontractualismo, el debate sobre los bienes públicos y el “Constitutional Agreement” que propone Buchanan. Creo que debe destacarse que LLL de Hayek merecería estar totalmente dentro de esa línea de debate, porque también, en última instancia, concluye, en el tomo 3, en una propuesta de reforma institucional. No ha sido considerado así, habitualmente, tanto por la densidad de los otros temas tocados en los tomos anteriores, como así también porque es una pregunta permanente cómo encaja ese tomo 3 con el tradicionalismo defendido en los tomos anteriores. Es necesario dar una hipótesis de respuesta para esa pregunta, pues de lo contrario corremos el riesgo de olvidar la importancia de Hayek para la “constitutional economy” y el debate sobre los bienes públicos y el papel del gobierno central. Habiendo contextualizado así el libro, comencemos con el tema de cosmos y taxis. ¿Hay aquí algo nuevo para ver? Creemos que sí. Hay un primer lugar una definición de “orden” que ilustra muy bien la idea de orden espontáneo de Hayek. El orden aparece caracterizado como un “…estado de cosas en el cual una multiplicidad de elementos de diversa especie se relacionan entre sí de tal modo que el conocimiento de una porción espacial o temporal del conjunto nos permite formular acerca del resto unas expectativas adecuadas o que por lo menos gocen de una elevada probabilidad de resultar ciertas” (p. 64 tomo I). En el original esto está en itálicas; además, la traducción parece ser bastante buena. Esta definición es perfectamente coherente con todo lo que hemos visto de su epistemología. Esa multiplicidad son los elementos del orden espontáneo, y esas expectativas coinciden con esas pattern predictions que tanto hemos destacado. Tanto The Theory of Complex Phenomena como The Counter-Revolution of Science habían sido explícitamente citados por él apenas unos párrafos atrás. Como vemos, una vez más se corrobora que la filosofía política de Hayek presupone su epistemología general. Pero lo más interesante para nosotros es que en esta definición Hayek intenta definir la noción de orden sin recurrir a la noción de fin. Casi lo logra, y, para él, está logrado. ¿Por qué eso es para él tan importante? Porque para él la categoría de finalidad es exclusiva de los órdenes deliberados. Niega que la espontaneidad tenga una finalidad, porque eso le quitaría justamente su espontaneidad. Sólo la razón humana puede dar fines. Lo dice explícitamente en la p. 70, aunque reconoce reticentemente una noción débil de finalidad que la razón humana proyecta sobre todas las cosas. He aquí una de las claves de interpretación del pensamiento de Hayek. Es en esto coherentemente neokantiano (la finalidad es sólo una categoría a priori de la razón humana ) y por eso su pensamiento choca con una idea más escolástica de bien común. La posibilidad de comunicar ambos paradigmas radica en entender que, por un lado, tal vez tenga la razón Sto Tomás en afirmar una causa final real al orden social, pero eso no implica (y esta es la parte de razón que tiene Hayek) afirmar que ese bien común necesita una mano cuasidictatorial que lo conduzca (conclusión a la cual llegó todo el pensamiento del falangismo español que decía basarse en Sto. Tomás). De todos modos, esa oposición entre finalidad y orden espontáneo explica que Hayek rechace, en LLL, y coherentemente, la idea de una ley eterna que presuponga un ordenador universal (cap. 8 tomo II) y la idea de un “resultado final justo” para el mercado, cuando toca el tema de justicia distributiva. Estos temas, que producen inevitables choques con el pensamiento católico, tienen su base en esta cuestión filosófica (la causa final) y el eje central de su resolución radica, en mi opinión, en ver con claridad no sólo que la noción de orden no se sostiene sin la noción de fin, sino que la noción de orden espontáneo no se sostiene sin la noción de causa final como real en los procesos sociales (cabe admitir que el “tomismo”, sea ello lo que fuere, es el primero en no haber visto eso con claridad….). Por eso dijimos que Hayek “casi” logra definir al orden espontáneo sin la noción de fin. Porque esas expectativas que tienen una elevada probabilidad (con perdón de Popper….) de ser ciertas, lo son porque son el resultado final al cual tienden de manera teleológica las interacciones humanas implicadas. Como dijimos ya, Hayek hubiera necesitado hacer aquí el paso a Husserl y a la “ley de motivación” como eje central de las ciencias sociales, paso que su propio background filosófico nunca le permitió dar. Pero de igual modo que Kuhn, que al negar la noción de progreso para adelante en las ciencias recurre a la moción de evolución , Hayek, al negar la finalidad, enfatiza la noción de selección para explicar el orden espontáneo. Eso no implica que una selección no planificada por alguien en particular sea incompatible con la noción de finalidad , sino que Hayek simplemente enfatiza lo primero a falta de lo segundo. Y por ello nos encontramos con esta expresión clave: “…La sociedad sólo puede subsistir si por algún proceso de selección llegan a surgir normas capaces de inducir a los individuos a comportarse según esquemas compatibles con la convivencia social” (p. 76). Esto no es un párrafo aislado, porque ha llegado el momento de lanzar una hipótesis hermenéutica sobre uno de los aspectos más complejos de Hayek. Ya habíamos afirmado que: a) en todo orden espontáneo se supone la capacidad de aprendizaje como contrapartida del conocimiento limitado, y b) ¿cuál es la clave de un orden espontáneo político que evolucione hacia un sistema de derechos individuales? Esta pregunta tiene dos aspectos. Uno, que ya hemos tratado. Los derechos individuales, entendidos como ausencia de coacción, son buenos dado un cuasi-imperativo categórico “escondido” en Hayek, desde el cual él puede juzgar la evolución o no, bondad o no, de un sistema social (para un partidario de Sto Tomás, ese juicio se hace desde la ley natural). Pero queda lo más difícil: ¿cómo, por qué, la sociedad en su conjunto tiene una tendencia hacia sistemas que limiten el poder y respeten la propiedad privada? ¿Cómo se puede afirmar eso? ¿No es acaso caótico todo ello, y por eso debemos “ayudar” un poquito a la sociedad humana, con medidas más “constructivistas”? (El constitutional agreement que propone Buchanan estaría en esta última tónica). Como vemos, esto es central en Hayek. Una cosa es suponer que el mercado tiene un orden espontáneo, supuesto el marco institucional. Pero, ¿cómo se llega a ese marco institucional? La respuesta sin la cual no “estamos en Hayek” es que las sociedades presentan una tendencia, de impredecible duración histórica, a la práctica imitativa de instituciones exitosas sobre otras no exitosas. Observemos que: a) está allí la pattern prediction global del orden espontáneo a nivel político. B) Esa práctica imitativa está fundamentada en: b1, esa naturaleza humana mixta, que ya hemos explicado en las primeras clases, que Hayek toma de la tradición escocesa; b2, la referida capacidad de aprendizaje para “imitar”, sin recurrir a un planificador central; b3) una noción intuitiva, vaga, por parte de quienes participan en el proceso, de lo “exitoso”, “conveniente”, “bueno”, en tanto que esa naturaleza humana “mixta” (ni ángel ni demonio) tiende a agotarse, a cansarse, de las guerras permanentes y de los sistemas que no tengan la propiedad privada que permita el comercio, sencillamente por un “descubrimiento” de aquello que conduce a una mayor productividad. El modo que tiene Buchanan de explicar el paso de la guerra a la propiedad, en The Limits of Liberty, es por medio de teoría de los juegos, y por eso parece más “constructivista”, pero en última instancia son dos explicaciones complementarias. La de Buchanan es fotográfica, instantánea. La de Hayek es cinematográfica, dinámica, histórica, abierta al juego de “competencia de tradiciones” como conjetura general de explicación de la dinámica histórica. B4: Al mismo tiempo que Hayek explica de este modo “lo que es”, presupone, mediante su imperativo categórico implícito, “lo que debe ser” en el proceso. Por eso lo explica y lo juzga al mismo tiempo. En realidad todos los autores hacen eso, porque toda explicación teórica está cargada de valoración; pero lo que ocurre es que en Hayek se hace particularmente difícil la articulación de ambas cosas. Pero entonces: ¿se hacen inútiles o inconvenientes las propuestas institucionales? ¿Es el tomo III de LLL incoherente con el tomo I? ¡Desde luego que no! La razón humana puede proponer todo lo que quiera (las “pequeñas soluciones” de Popper, tema que no entiende De Jasay ) pero esas propuestas son siempre parte (dada la limitación del poder humano) de ese proceso de competencia de tradiciones; son parte de ese entrecruce de instituciones que llevarán a un resultado final que el ser humano no puede prever de antemano. He aquí el punto donde, de la mano de Popper, Hayek se separa absolutamente de toda actitud ideológica que suponga tener la propuesta de un sistema social perfecto que sea la etapa final de la historia . Y es en este punto donde un liberalismo clásico con esta tónica epistemológica no tiene nada que ver con la violencia revolucionaria de ciertos anarco-capitalistas, digna de quienes no han logrado entender aún las críticas Hayekianas al constructivismo. Y he allí el punto de unión entre Hayek y un pensamiento cristiano anti-iluminista, en la medida que ambos paradigmas sean capaces de traducirse mutuamente y comunicar sus horizontes. Hace falta mucho Popper, mucho Kuhn y mucho Gadamer para no caer en utopías revolucionarias ingenuas, pero hace falta también mucho Sto Tomás para mantener lo moralmente perenne en medio de la dinámica de la historia. Pasemos ahora al cap. 7 del tomo II. He aquí uno de los más interesantes tratamientos de los bienes públicos, tema que siempre fue central en Hayek y por lo cual este libro merece, como dije, ser ubicado entre los modernos tratamientos de la “Economía constitucional” En LLL hay una definición del bien público más importante que es la siguiente: “…El más importante bien colectivo a proporcionar por el gobierno no consiste en la satisfacción directa de las necesidades personales, sino en el creación de un conjunto de condiciones en base a las cuales los individuos o grupos de individuos pueden ocuparse de la satisfacción de las mismas” (libro II p. 7). La importancia de esta definición consiste en lo siguiente: a) Es notable el parecido con la definición habitual de bien común que aparece en las encíclicas pontificias (“conjunto de condiciones de vida social que permiten y facilitan el perfeccionamiento de la persona humana”). La diferencia es que un bien público no es “igual” al bien común, porque este último, al ser esencialmente “participable” por muchos, puede ser material o espiritual, mientras que el bien público es en general un bien económico (escaso). Sin embargo el parecido entre ambas nociones nos permite concluir que, efectivamente, si vamos a buscar en la sociedad libre un bien público que sea igualmente participado por todos al mismo tiempo, ese bien público no puede ser otro que la ley, y, en términos modernos, eso se concreta en el ordenamiento constitucional. Lo cual nos permite concluir, a su vez, que en bien común en una sociedad libre se concreta en el orden constitucional, lo cual permite solucionar muchas inútiles discusiones. b) Dado el punto anterior, no debería sorprendernos la coincidencia literal de Hayek con el principio de subsidiariedad. En la p. 13 Hayek aclara que los bienes públicos prestados por el gobierno tienen carácter colateral o subsidiario en relación a los servicios provistos por el sector privado (p. 13), y aclara expresamente que el sector privado debe también estar en condiciones jurídicas de ofertar esos servicios (p. 14), aclaración que ya había hecho antes (ver al respecto nuestro comentario sobre los ensayos de “Nuevos Estudios” que introducen su filosofía política). En la referida p. 13 aparece esta nota a pie de página, la nro. 6: “En este sentido, el ´principio de la subsidiariedad´ suele ser ampliamente utilizado por la doctrina social de la Iglesia Católica”. Más allá del obvio y absoluto silencio –que yo sepa- que liberales clásicos han mantenido sobre este tema, pero, mucho más, esos fervientes creyentes de esa nueva religión llamada cristianos por el socialismo, es significativa porque muestra de qué modo tanto Hayek como Buchanan, en el tratamiento de los bienes públicos, se ubican en una posición superadora de la dialéctica entre socialdemocracia y gobierno mínimo. Conjeturo que habitualmente se considera lo contrario por el tratamiento que Hayek hace de la justicia distributiva, tema que comentaremos dentro de poco. Otro de los puntos medulares de este capítulo es el tratamiento que Hayek hace del utilitarismo (p. 28). ¿Por qué? Porque nos permite, otra vez, “situar” a Hayek en una perspectiva general en la historia de la filosofía. Vamos de lo más particular a lo más general. a) Hoy en día se considera utilitarista o no a alguien en relación a las clasificaciones de Rawls. Eso es muy frecuente. Para Rawls, alguien es no-utilitarista cuando parte de una concepción del “right” (lo justo) a priori de cuestiones consideradas “buenas” (el “good”) según ciertas concepciones metafísicas que no entrarían en el contrato social . Según esto muchos autores serían utilitaristas al lado de Rawls, Hayek incluído. Pero dejando de lado la obviedad que esta clasificación de autores supone estar de acuerdo con el planteo de Rawls, cabe aclarar que Hayek también parte de un principio a priori de lo justo, aunque por supuesto sin hablar de ningún contrato. Ese principio a priori de lo justo es su imperativo categórico implícito, tema que ya hemos visto. Lo importante ahora es que ese imperativo es previo en su sistema a nociones de utilidad. b) Hayek se preocupa de distinguir la noción implícita de utilidad que hay en muchos autores (es importante destacar la de Tomás de Aquino , y, en relación a Hayek mismo, Hume) y la de Bentham. Esto es muy importante, porque nos da la segunda pauta bajo la cual se entiende hoy “utilitarismo”. O se lo entiende como Rawls lo clasificó, o se “sobre-entiende” al utilitarismo clásico inglés. Y es allí cuando a veces se comete el grave error de colocar a Hayek y Hume como utilitaristas en ese último sentido. Pero, ¿por qué es un grave error? Por dos cosas: b.1. Porque de eso modo se vuelve a perder de vista la perspectiva casi única del anti-constructivismo de Hayek. La imposibilidad de “construir” un sistema social con métodos parecidos a los intentos positivistas de las ciencias naturales implica, necesariamente, la imposibilidad de un utilitarismo al estilo Bentham. He allí por qué Hayek insiste en este punto y he allí por qué es importante para todo su planteo. B.2. Porque la noción de “cálculo de utilidad” como esquema de teoría y decisión social representa, desde el siglo XVIII en adelante, un síntoma más del paradigma positivista dominante a partir de la misma época. En ese sentido, todo es coherente. Hayek rechaza totalmente a la epistemología positivista y al constructivismo social que van de la mano. Su propia epistemología aporta sus propios elementos (ya vimos la “sutilidad” para el análisis social en “Degrees of Explanations”) de tipo hermenéutico, contrarios a una racionalidad sólo algorítmica, para analizar un criterio de utilidad que no sea numérico, calculable. Por eso hoy tenemos más elementos epistemológicos para entender qué puede significar una proposición como “la propiedad es útil para la cooperación social”: al menos, “no” significa que se ha hecho una estadística. Pero, ¿hay entonces un tipo de utilidad en Hayek? Por supuesto, de igual modo que la había en Hume. Hay instituciones sociales que son “aptas”, “exitosas”, “útiles para” evitar la guerra y extender los lazos de cooperación social, como diría Mises, pero la “apreciación” intelectual de esa utilidad es “no algorítmica”. Lo decimos negativamente para no salirnos mucho de Hayek, porque una explicación positiva de esto me llevaría a mis propios planteos que tampoco son algorítmicos pero que incluyen elementos que Hayek no hubiera podido considerar dado su paradigma. Con todo lo analizado hasta ahora, estamos en condiciones de comprender una de las cuestiones más difundidas de este libro, su “ruidoso” ataque contra la justicia social, que se concentra en el cap. 9 del tomo II . Creemos que hay dos cuestiones básicas que explican en Hayek su profundo rechazo por la justicia social, entendida fundamentalmente como justicia distributiva. Uno es más general y el otro es más particular. Comencemos por este último. Habíamos dicho que la causa final como tema explicativo del orden social y el bien común es contradictoria, para Hayek, con el orden espontáneo. En este último no hay “alguien” que planifique ningún resultado, lo cual incluye cualquier tipo de distribución. Esta última es propia de los órdenes deliberados. El mercado no distribuye nada sencillamente porque no hay nadie que lo haga. Por ende, cualquier intento de que el gobierno haga justicia distributiva implica poner en él funciones que van a derivar en un constructivismo social y la consiguiente ampliación (indebida) de las funciones de estado. Lo cual tiene el error conceptual de suponer que un proceso espontáneo puede distribuir algo. Por eso aclara Hayek que la justicia puede decirse de las normas, pero no de los resultados de las mismas. El otro tema, más general, es que Hayek conoce los profundos peligros de atribuir al gobierno central la distribución de bienes públicos. Su oposición profunda al Welfare State, al gobierno central redistribuidor de ingresos, es que lo ve como un síntoma, más que una causa, de la progresiva extensión de atribuciones de los gobiernos centrales. En ese sentido la oposición de Hayek a la redistribución de ingresos por parte del gobierno central lo coloca en las antípodas del proyecto socialdemócrata. Pero lo curioso es que este último punto le hubiera dado a Hayek una posibilidad de diálogo con la justicia distributiva que él mismo no exploró, pero que está en su sistema. Hemos visto que Hayek no se opone a la distribución de bienes públicos por parte de los gobiernos locales, siempre que no la monopolicen. En ese sentido Hayek nada tiene que ver con la socialdemocracia pero tampoco tiene que ver con un esquema de gobierno mínimo o ultramínimo (cosa que enoja tanto a los anarcocapitalistas más coherentes). Por ende, cabe afirmar que en la práctica Hayek no se opuso nunca a la justicia distributiva de gobiernos locales. Desde un punto de vista teorético, tampoco habría problemas en decir que el mercado distribuye conforme a la productividad marginal, siempre que se aclare bien la analogía que en ese caso se aplica al término “distribuir”. Alguien dirá entonces por qué tanto escándalo. Por un lado, he intentado explicarlo. La sensibilidad de Hayek al tema de los bienes públicos implica que para él la diferencia entre lo central y lo local no sea un detalle, sino, al contrario, una cuestión de fondo. Son los gobiernos locales los llamados a ocuparse de los problemas del taxis, mientras que el gobierno central es concebido como una protección de las normas generales de conducta justa del cosmos. Por otro lado, no tengo respuesta, sino un mayor misterio. Les tengo reservado un final con suspenso. ¿De qué modo termina Hayek las conclusiones de este capítulo? Con una larga aclaración de que no tiene ninguna diferencia de fondo nada más ni nada menos que con John Rawls, citando su obra de 1971 (cuya importancia Hayek no desconoce). Y la cita no es a su vez de un punto marginal de Rawls: es del eje central de su sistema. “…Discrepo tan sólo él en cuanto entiendo que el empleo del término “justicia social”, en relación con la materia abordada, es fuente de confusión….” (p. 170). Obsérvese: “…tan solo…”. ¿Conclusiones? Esta vez se las dejo…… Capítulo 13: Hayek como programa de investigación pro-democrático. Hemos llegado así a lo que sería en principio nuestro último comentario a este conjunto de textos de F. Hayek. Nos ocuparemos en este caso de algunos temas que aparecen en el libro III de LLL. La importancia de este libro radica en que Hayek concreta sus propuestas para la crisis institucional. Opinable ad infinitum como toda propuesta concreta, es el mismo tiempo inspiradora de trabajos similares para dar nueva vida al ese viejo y noble ideal occidental que llamamos democracia. Volvemos a reiterar que Hayek predice el quiebre del “actual sistema institucional” antes de que sus síntomas se hicieran más visibles. Lo que queremos decir es que hoy, cuando se habla con insistencia de la crisis de la representación, de la falta de credibilidad de la “clase” política, de una corrupción endémica de las instituciones democráticas que parece ser algo más que algo ocasional, deberíamos mirar los diagnósticos y propuestas de Hayek como: a) disparadores de propuestas adaptadas a cada lugar en particular, b) una cierta corroboración del cuerpo teórico que otra vez permiten a los austríacos predecir crisis de esta naturaleza. Este es un detalle epistemológico que obviamente yo no podía dejar de pasar por alto. Recordando por un lado la obviedad de que ninguna corroboración “prueba” nada, no por ello debemos olvidar que estas cosas convierten a un programa de investigación en teórica y empíricamente progresivo , lo cual no es poca cosa. Porque fueron Mises y Hayek quienes previeron y predijeron con acierto: a) la crisis del 30; b) la segunda guerra; c) la crisis y caída del sistema soviético; d) la actual crisis institucional de las democracias. Sin estadísticas, sin econometría…. ¿Por qué? En estos comentarios ya hemos respondido….. Pero vayamos a este tomo III de LLL. En el cap. 1 Hayek diagnostica la etiología de la actual crisis. Nunca serán demasiadas las veces que esto se comente. Hayek ya lo había hecho no sólo en Los fundamentos de la libertad, sino también en los ensayos de filosofía política que aparecen compilados en Nuevos Estudios. No se trata pues de algo nuevo, sino de la “sistematización” de viejas ideas en el pensamiento de Hayek. Hayek explica “de nuevo” que en la evolución del sistema político inglés, las dos cámaras respondían a la distinción entre “law” (common law) y “legislation”. Ya hemos tratado esto pero ahora debemos ponerlo en esta perspectiva: una de las claves centrales de la crisis de la democracia consiste en el triunfo de lo que podríamos llamar una habitual interpretación de Rousseau, donde la “ley” es lo que emana de un poder mayoritario. Cuando el “law” es absorbido por la “legislation”, es entonces donde los intereses sectoriales de los grupos de presión (previstos ya desde Adam Smith) se sienten como pez en el agua. El abismal desconocimiento de esta teoría hayekiana explica la perplejidad de los occidentales frente a lo que les está pasando. Un poder absoluto (el rey) fue sustituido por otro poder absoluto (las mayorías) y conjeturamos que sólo cierta tradición cultural impide, en algunas regiones, que se desborde totalmente. De aquí la importancia de propuestas como las de Hayek (o las de Buchanan) para la reforma institucional. Ellas son la recuperación, y no la sentencia de muerte, del sistema democrático. “….Me consideraré plenamente satisfecho si este ensayo logra llevar al ánimo del lector la idea de que, aunque el primer intento de establecer una comunidad de hombres libres haya fracasado, ello no significa que la libertad sea inviable, sino únicamente que, para plasmarla, se ha recurrido al empleo de métodos equivocados” (Prefacio, p. 11 edición española). Un detalle adicional, que no hemos comentado hasta ahora, se encuentra en el cap. II , cuando Hayek critica nuevamente al constructivismo. En este contexto, ¿no significa ello una crítica a la noción misma de “estado-nación” que ha acompañado a la formación de las democracias contemporáneas? ¿No será acaso la idea misma de una “nación” soberana parte de la crisis del sistema democrático? Hay aquí un dilema, que los occidentales no terminan de hacer conciente. ¿Qué es un gobierno “autónomo” de otros? O es un específico sistema constitucional con el solo fin de custodiar derechos individuales o es algo más. La idea de nación encuadra perfectamente con ese “algo más”. Tal vez el dilema que planteo se sufra más en los EEUU, que se organiza al principio con el sólo fin de proteger los derechos de las personas de las 13 ex colonias, pero luego parece que es una “nación”…… En el cap. 3 Hayek analiza nuevamente el tema de los bienes públicos. ¿Hay algo que añadir aquí frente a lo ya comentado? No, excepto destacar que más que nunca se cumple en este caso una peculiaridad del pensamiento hayekiano que es una anomalía para paradigmas habituales ambientes liberales clásicos. Al mismo tiempo que es sometido a una terrible crítica el juego de intereses de los grupos de presión (dentro del gobierno mayoritario) Hayek insiste con amplias facultades de los gobiernos locales, disintiendo explícitamente con Nozick en el ideal de “gobierno mínimo” He contado al menos 10 funciones que, s Me gustaMe gusta
  2. Esta presentación de Hoppe es claramente polémica, como la mayor parte de sus escritos. Mi intención no es aquí, sin embargo, subir el post, e inmediatamente dar mis opiniones sobre sus comentarios de Hayek, sino abrir la discusión con los lectores. Una respuesta formal me parece que requiere más tiempo y quizás otro espacio.

    Sólo por abrir el debate, quiero apuntar dos aspectos de la presentación que me parecen discutibles.

    El primero acerca de su lectura de Mises. En esta presentación Mises parece estar más cerca de Rothbard que de Hayek. Luego, Hayek queda cerca de Friedman y del socialismo. Mi impresión, sin embargo, es que Mises y Hayek tienen un pensamiento mucho más homogeneo que Mises y Rothbard. Sobre este aspecto sí pretendo escribir algo que compartiré aquí muy pronto.

    El segundo aspecto que me parece absurdo es que en el pensamiento de Hoppe hay dos grandes grupos de economistas. Los anarquistas y los socialistas. Un liberal clásico a lo Hayek sería entonces un socialista moderado. Esta clasificación me parece inaceptable en el mundo científico!

    Pero dejando esto a un lado, lo que no me queda claro y quizás los seguidores de Hoppe puedan explicar es por qué Mises no sería también un socialista, si también apoya el estado mínimo.

    Una conjetura que permite explicar el desconcierto de Hoppe. En la entrevista que compilamos en el volumen II de La EA desde Adentro tenemos el siguiente intercambio:

    ——
    AEN: ¿Fue Mises mejor que los liberales clásicos en la pregunta sobre el estado?

    HOPPE: Mises creía que era necesario tener una institución que suprimiese a esas personas que no podían comportarse de manera apropiada en la sociedad, personas que fuesen un peligro porque robasen y matasen. Llamaba a esta institución gobierno.
    Pero tenía una idea particular de cómo el gobierno debía funcionar. Para chequear su poder, cada grupo y cada individuo, de ser posible, debe tener el derecho de secesión del territorio del estado. Llama a esto el derecho a la autodeterminación, no de las naciones como en la Liga de las Naciones decía, pero de villas, distritos, y grupos de cualquier tamaño. En Liberalism y Nation, State, and Economy, eleva la secesión a un principio central del liberalismo clásico. Si fuera posible dar este derecho de autodeterminación a cada individuo o persona, dice, debería ser realizado. Entonces, el estado democrático se convierte, para Mises, en una organización voluntaria.
    ——–

    A paso siguiente, Hoppe está muy cerca de concluir que Mises era un anarco-capitalista. Algo que resulta absudo si hacemos una correcta y sistematizada lectura de la filosofía política de Mises (https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/07/13/la-filosofia-politica-de-ludwig-von-mises-ensayo-academico-5-videos/).

    Pero aceptando el punto, mi impresión es que la misma lectura se puede hacer de Hayek. ¿Es incorrecto decir que Hayek apoyaría el anarco-capitalismo si el orden espontáneo le diera lugar? ¿Es posible hablar de un «anarquismo hayekiano»? Hay alguna cita por allí de Hayek que dice que el anarco-capitalismo nunca existió, lo que no significa que nunca vaya a existir.

    Horwitz decía esto en un post que subimos hace unos días:

    ———–
    [https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2013/06/22/la-falsa-dicotomia-entre-el-anarquismo-rothbardiano-y-liberalismo-clasico-de-hayek/]

    1. El argumento es que la fuerza del propio análisis de Hayek va en la dirección de una sociedad sin Estado, aún cuando a él mismo no lo llevó hasta allí. Creo que este argumento es especialmente relevante si se tiene en cuenta la forma en que la economía de la elección pública se ha desarrollado en las últimas décadas y además, se toma en serio el enorme crecimiento del conocimiento sobre la evolución de las reglas, normas e instituciones en ese mismo tiempo. Mezcle el trabajo de Ostroms y otros sobre el importante papel de la sociedad civil, que amplía el análisis más allá de el Estado y el mercado únicamente, y tendrá los ingredientes para el “anarquismo Hayekiano”, a falta de un mejor nombre. (¿Tal vez “anarquismo consecuencialista” sea mejor?)

    2. hay una historia acerca de Hayek en la década de 1970 que puede o no puede ser inventada, y sospecho que algunos de nuestros comentaristas más mayores pueden verificarla, que es relevante aquí. Supuestamente cuando él estaba involucrado en una conversación sobre el anarquismo con un grupo de jóvenes académicos libertarios (presumiblemente en Menlo Park) en la década de 1970, Hayek dijo algo así como lo siguiente: “Mira, yo soy un hombre viejo y vengo del liberalismo clásico en una era diferente, así que no puedo aceptar vuestra posición. Pero, si yo fuera un hombre joven de hoy, sospecho que bien podría apoyar ese tipo de anarquismo”.

    Así es al menos cómo la historia se ha transmitido. Expongo esto porque sugiere que Hayek pudo ver las implicaciones anarquistas de su propio trabajo, incluso si el no podía dar el siguiente paso.

    He sacado el tema porque creo que seguir promulgando esta falsa dicotomía crea una tensión innecesaria entre la comunidad austriaca, al menos entre los interesados en el liberalismo radical.
    ————

    Y para cerrar este primer comentario me parece que Hayek merece un trabajo específico que sistematice su filosofía política, tal como hizo Gabriel Zanotti con la obra de Mises, en el link de arriba.

    Mi impresión, sin embargo, es que Hayek es más difícil de sistematizar, porque su pensamiento fue evolucionando de un escrito a otro, y no estoy seguro que tengamos una única posición en Hayek.

    ¿Es esto un problema? Me parece que no. De la filosofía política de Hayek surgió una enorme literatura que exploró esas avenidas que él abrió… En muchos sentidos, el Public Choice es una continuación de la filosofía política de este autor…

    En resumen, quizás debamos abrir otro debate acerca de si es posible el anarcocapitalismo. El punto fue discutido hace algún tiempo en este blog… y me parece que yo me ubicaría en una posición intermedia entre el viejo liberalismo clásico y el nuevo anarcocapitalismo radical. ¿Qué es esa posición intermedia? Todavía lo estoy investigando… pero sería ese «anarquismo hayekiano» que Horwitz definió en el post, aunque fueron sólo premisas de una posición que necesita mayor desarrollo.

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  3. Pingback: ¿Es Hayek un mito? | Economía Aus...

  4. Creo que en algunos casos no se termina de entender el liberalismo clásico de Hayek (ni de los clásicos.) Las críticas a Hayek o Adam Smith por qué están a favor de este o aquel «beneficio» se toma, a veces, muy rápidamente como muestra de que estos autores no son verdaderos liberales.

    Calificar a Friedman y Hayek como «de la izquierda» es tan absurdo que merece poco análisis (igual de absurdo sería clasificarlos de «derecha»; «derecha e izquierda» no son sinónimos de «liberalismo y socialismo.»)

    ¿Cuál es el punto que creo a Hoppe se le escapa en esta presentación? Para los liberales clásicos existe un rol legítimo para un estado mínimo o pequeño, preservar la ley, el orden y proteger al sistema (las instituciones) [esto es compatible con seguridad y tribunales privados en varias situaciones.]

    ¿Por qué un Adam Smith estaría a favor de cierto servicios públicos de educación mínima (pagados con impuestos) y Hayek a una provisión mínima de recursos para los más necesitados?

    No es por un problema de «justicia social» o «justicia distributiva,» cómo Hayek deja bien en claro en su capítulo en LLL sobre «justicia social», es por motivos de protección al sistema.

    Es parte de la «protección al sistema» no sólo defender contra amenazas externas o internas, sino que todo aquel que forma parte de la comunidad tenga una instrucción mínima sobre el espíritu de las leyes. Seguramente si creemos en la libertad, división de poderes y demás principios republicanos, no queremos que el que vota y el que representa ignoren los principios institucionales sobre los que se construye el liberalismo clásico.

    Es parte de la «protección al sistema» brindar ayuda a sectores que se encuentran en una situación marginal. Es, también, parte de protección al sistema proveer salud pública en el sentido de evitar epidemias y que un individuo no contamine. No atenta contra la libertad si, por ejemplo, se prohíbe a mi vecino que almacene explosivos inestables en un edificio de condominios.

    Se podrá discutir si estos deben o no ser roles del estado protector (no del estado paternalista), si son medidas eficientes o no, etc. Pero es un error confundir qué es lo que motiva a un Hayek o a un Adam Smith a ver como parte del liberalismo clásico ciertas actividades mínimas para garantizar la estabilidad y seguridad del sistema.

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  5. Para los que no hemos leído los textos de teoría política de Hayek, la crítica de Hoppe es interesante y la contextualización de Gabriel es esclarecedora.

    Sin embargo, se extraña que el texto no entre en la crítica de Hoppe a Friedman (o que el mismo Hoppe no entre en él).

    Hay un par de cosas que me han intrigado desde hace mucho. Una es simplemente anecdótica, y tiene que ver con la famosa cita de Mises a la Mt. Pelerin Society al decir «¡Son todos un montón de socialistas!». ¿Qué lo llevó a ese exabrupto? ¿Fue puntual y provocado por algo específico o fue su juicio final sobre Hayek? En algún lado escuché que fue en el marco de una discusión sobre el impuesto a la herencia desatada por Polanyi, recordado hoy en día por ser un ferviente socialdemócrata. ¿Qué posición tenía Hayek en esto?

    La otra es sobre Friedman. Si bien he escuchado críticas muy elocuentes (y vehementes) hacia Friedman de parte de Rothbard y sus seguidores, las defensas que leí de parte de su hijo David me parecieron más convincentes, sobre todo a la luz de comentarios más de tipo libertario de parte del mismo Milton. La cita de David Friedman de la que hablo es esta…

    «Las aseveraciones de Lew Rockwell sobre las opiniones de mi padre son infundadas. Por ejemplo, discute el impuesto negativo a la renta sin mencionar que la propuesta era usarlo para reemplazar todo el asistencialismo existente. Por otro lado, la descripción de Rothbard de los criterios monetarios de mi padre ignora, quizás porque nunca lo leyó, el ensayo sobre el comportamiento óptimo de la cantidad de dinero… el cual muestra que el comportamiento óptimo es de hecho un nivel decreciente de precios.

    Un problema central con todo el ataque es que Rothbard objeta a respuestas a preguntas diferentes que las que Rothbard hace. Rothbard quiere saber cuál sería el sistema ideal. Eso es una pregunta interesante. Mi padre quiere saber qué cambios posibles podrían mejorar el sistema actual. Eso también es una pregunta interesante. Pero criticar la respuesta a la segunda pregunta como si fuera propuesta como una respuesta a la primera (especialmente cuando hay múltiples lugares donde mi padre dijo que no lo era, como en su discusión sobre el rol del Estado en la escuela) no es una actividad útil, asumiendo que a uno le interesa si su crítica es cierta.

    Consideren la política monetaria. Como bien recuerdo, mi padre nunca objetó la banca libre, y Rothbard sí. Fue Rothbard quien insistió que a dos partes dispuestas no se les debería permitir un tipo particular de contrato entre sí, y esta posición fue continuada por Lew Rockwell.

    Yo le señalé a mi padre que, al menos en un modelo simplificado, el equilibrio de un sistema de banca libre fue precisamente el comportamiento de la oferta monetaria que mi padre había argumentado que era óptima, y no estuvo en desacuerdo.

    Mi padre no argumentó que un nivel estable de precios era un ideal ético; como muchas de las aseveraciones de Rothbard, esa es invención suya. En realidad argumentó que tenía algunas ventajas en reducir costos de transacción, y que era un objetivo suficientemente simple para que tuviera alguna esperanza de que los actores gubernamentales intentaran conseguirlo.

    Permítanme una simple sugerencia: En vez de descubrir las ideas de Milton Friedman leyendo a Murray Rothbard, háganlo leyendo a Milton Friedman. Comiencen con «Capitalismo y Libertad», el cual es fácil de leer y poco técnico. Vean si se corresponde con la imagen que Rothbard pinta de él»

    … ¿Qué opinión tienen?

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    • Gracias por compartir este pasaje Michel.

      No conozco a detalle los textos sobre los que se refiere David Friedman. Sólo puedo decir que no me parecería raro que Rothbard criticase una respuesta a una pregunta distinta a la que él busca.

      Creo que hay puntos distintos a objetar en Friedman que los que objeta Rothbard. No coincido, por ejemplo, con su diagnóstico de la Crisis del 30. Es cierto que hubo una contracción monetaria y es cierto que ello contribuyó a la crisis, pero difiero en que esa fue la causa de la crisis. Friedman no era muy amigo de la teoría del capital. Fueron los problemas gestados en la década del 30 lo que llevó a una contracción monetaria que la Fed, siguiendo la Real Bills Doctrine, no quiso combatir quizás empeorando la situación (por ejemplo, mantener M2 constante podría haber sido mejor que dejarlo achicarse.)

      En cuanto a la anécdota de Mises y Friedman, quizás algún lector la tenga más fresca que yo. La anécdota fue contada por Friedman (que yo sepa no hay una versión del hecho por parte de Mises) quien en una entrevista dijo que Mises se «enojó» y se retiró del salón refiriéndose a los asistentes como «socialistas» por alguna discusión sobre un mínimo de ayuda a los sectores más necesitados.

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      • “You’re all a bunch of socialists”. La anécdota de Friedman sobre Mises en la MPS [https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/02/09/youre-all-a-bunch-of-socialists-la-anecdota-de-friedman-sobre-mises-en-la-mps/]

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  6. Y Marx quería liberar al hombre, entonces como su fin era la libertad (aunque se haya equivocado en los medios para alcanzarla) es un liberal…

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  7. Si, los «talibanes» austríacos hacen un gran daño a la seriedad de la Escuela Austriaca. Es tan absurdo llamar a Hayek socialista que el primer impulso es dejar de leer a Hoppe, y talibanes parecidos, Parece que se consideran a si mismos hablando «ex cathdra». Amen

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  8. Yo pienso de que es claro que en algunos puntos Hoppe tiene razón. No se puede negar que Hayek apoyaba un estado bastante amplio y que además lo justifico filosóficamente.

    No creo que alcance con «contextulizar» a Hayek para afirmar lo contrario.

    No se qué tendrá para decir Hoppe, pero creo que ahí hay una diferencia muy grande con M. Friedman, que defendió muchos roles del estado pero coyunturalmente. No como ideal.

    Por otra parte, hay que darle la derecha a Hoppe cuando nos acusa a los liberales estatistas de estar más cerca de los socialistas que de los anarco-capitalistas. No me van a decir que no es autoritario imponerle leyes (las leyes que nosotros consideramos correctas!) a los individuos y todavía obligarlos compulsivamente a sostenerlas con impuestos! Que más autoritario que eso?

    De alguna manera estamos justificando la violación del axioma de la no agresión por un fin que consideramos justo!

    A mi personalmente no me convencen las ideas de Hoppe sobre el anarco-capitalismo, pero me abrieron los ojos a pensar en alguna otra clase de institución -que no sea el estado- para que haga respetar los derechos individuales.

    En el fondo no estoy muy seguro de que se pueda superar el problema de hacer respetar los derechos individuales sin quebrantar el axioma de la no agresión. Pero esta claro que de ser posible sería el primer defensor del anarquismo. Es decir, mi problema es práctico, no filosófico. Una diferencia muy grande con Hayek.

    Tampoco admiten discusión las contradicciones en la filosofía de Hayek que demostró Hoppe ni mucho menos su abierta confrontación con la libertad.

    Ojo, no estoy diciendo que no fuera un gran pensador ni tampoco que no fuera un férreo defensor luchador por las limitaciones al aparato estatal, sólo que fue demasiado laxo en su defensa las libertades individuales.

    Para terminar, si bien en esos puntos concuerdo con Hoppe, no me cae nada bien su «conspiracionismo». No creo para nada que haga falta una conspiración para crear un «mito» (para mi inexistente) de Hayek y ningunearlos a Mises, a Rothbard y a el.

    Es obvio que Hayek gano el Nobel porque tenía ideas más «moderadas», pero me parece razonable que le den más lugar a personas con ideas más cercanas a las de ellos, de la misma manera que nosotros ahora discutimos sobre Hayek y no sobre Marx. Es fácil darse cuenta que para ellos esas ideas más «moderadas» son más aceptables.

    Tampoco es la primera vez que Hoppe encuentra conspiraciones, hace ya un tiempo le hicieron una entrevista en «The daily bell» donde habla de una supuesta conspiración de los banqueros en «Nueva York y en Tel Aviv» (sic).

    En fin, entiendo que sus extrabruptos le quiten seriedad a sus ideas. Una lástima.

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    • David,

      Para contextualizar, éste es el pasaje de la conspiración en Nueva York y Tel Aviv. No me suena tan descabellado o tan «exabrupto»…

      Daily Bell: ¿Es posible que una sombra de familias imposiblemente ricas localizadas en la ciudad de Londres sea parcialmente responsable de todo esto? ¿ Buscan estas familias y sus facilitadores un gobierno mundial de élites? ¿Es una conspiración? ¿Ve usted el mundo en estos términos: como una lucha entre los impulsos de centralización de las élites y los impulsos más democráticos del resto de la sociedad?

      El Dr. Hans-Hermann Hoppe: No estoy seguro de si la conspiración sigue siendo la palabra adecuada, porque mientras tanto, gracias a gente como Carroll Quigley, por ejemplo, se sabe mucho acerca de lo que está pasando. En cualquier caso, no cabe duda de que hay familias tan increíblemente ricas, asentadas en Londres, Nueva York, Tel Aviv y en otros lugares, que ya han percibido el inmenso potencial para el enriquecimiento personal en el proceso de construcción del Estado- y del Imperio. Los presidentes de las grandes casas bancarias jugaron un papel clave en la fundación de la FED, porque percibieron que la banca central permitía a sus propios bancos inflar y expandir el crédito adicionalmente al dinero y crédito creados por el banco central, y que un prestamista «de última instancia» jugaba un papel decisivo al permitirles cosechar ganancias privadas, siempre y cuando las cosas marcharan bien y a socializar los costos cuando las cosas comenzasen a marchar mal.

      Percibieron que el patrón oro clásico se presentaba como un obstáculo natural a la inflación y a la expansión del crédito, así que primero ayudaron a establecer un patrón oro falso (el estándar de intercambio del oro) y, a continuación, después de 1971, un régimen de papel moneda puro. Comprendieron que un sistema de libre fluctuación del papel-moneda nacional era todavía imperfecto, en cuanto a sus deseos inflacionistas se refiere, porque la supremacía del dólar podría verse amenazada por otras monedas en competencia, tales como un marco alemán fuerte, por ejemplo; y con el fin de para reducir y debilitar esta competencia apoyaron los esquemas de «integración monetaria» tales como la creación de un Banco Central Europeo (BCE) y del Euro.

      Y percibieron que el sueño supremo, un poder ilimitado de falsificación y creación de dinero, se haría realidad, con sólo tener éxito en la creación de un banco central mundial, dominado por los EE. UU., que emitiera un papel-moneda mundial, como el Bancor (nombre propuesto por Keynes) o el Fénix; y así, ayudaron a establecer y a financiar una multitud de organizaciones tales como el Consejo de Relaciones Exteriores, la Comisión Trilateral, el Grupo Bilderberg, etc., para promover este objetivo. Además, los líderes industriales reconocieron las tremendas oportunidades de beneficio creadas por los monopolios concedidos por el estado, por los subsidios del gobierno, y por los contratos exclusivos de margen fijo, liberándolos o protegiéndolos de la competencia, y por lo tanto, ellos también se aliaron, e «infiltraron», al estado.

      No hay «accidentes» en la historia, y si hay acciones cuidadosamente planificadas que dan lugar a consecuencias inesperadas, imprevistas, y no premeditadas. Pero la historia no es sólo una secuencia de accidentes y sorpresas. La mayor parte de ella ha sido concebida y diseñada intencionalmente. No por la gente común, por supuesto, sino por las élites del poder en el control del aparato estatal. Si quisiéremos evitar que la historia siga su actual y previsible curso rumbo a un desastre económico sin precedentes, entonces, es realmente imperativo provocar la indignación pública exponiendo, sin descanso, los perversos motivos y maquinaciones de las élites del poder, no sólo de quienes trabajan en el aparato estatal, sino, especialmente, de los que estando por fuera, detrás de las escenas, tiran de las cuerdas.

      http://mises.org/community/blogs/rodrigodiaz/archive/2011/04/25/entrevista-al-dr-hans-hermann-hoppe-sobre-la-inviabilidad-de-un-gobierno-218-nico-mundial-y-el-fracaso-de-la-democracia-al-estilo-occidental.aspx

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      • Bueno, ves? Es justamente de lo que hablo. No voy a descubrir nada si digo que las empresas tienen intereses e incentivos, pero no es distinto al estado ni a cualquiera de nosotros. Encontrar una conspiración atrás de algo tan humano es ridículo! Ni que los bancos fueran las únicas empresas que buscan favores estatales!

        Además, unirlas al grupo Bilederberg y al imperialismo te diria que es hasta infantil.

        Por ultimo y lo más importante, Tel Aviv no es una plaza financiera importante. Te podría nombrar 50 centros más importantes, que a Hoppe se le escaparon sabemos bien porque. Deja entrever un tufillo raro.

        Conociendo al daily bell, no me sorprendería que sea un tufillo antisemita o como mínimo «anti-sionista» (sea lo que sea eso).

        En fin, yo no creo que eso invalide sus razonamientos correctos, pero mancha su carrera enormemente restandole seriedad a su trabajo.

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  9. Hoppe es coherente con su pensamiento extremista. Por lo tanto, es lógico que un tipo como Hayek sea catalogado por él como de izquierda o socialista. Pero para validar esta calificación, primero hay que aceptar las premisas desde las que Hoppe escribe. Mi opinión es que esas premisas no son realistas, no se ajustan a un tipo de sociedad humanamente posible. Hayek, justamente, busca soluciones dentro del marco de lo humanamente posible, que no es lo perfecto. En esa búsqueda, Hayek procura encontrar ciertos compromisos entre valores ideales y posibilidades reales. Eso hace que sus posiciones sean moderadas y, desde el punto de vista de un extremista como Hoppe, lo converte en un socialista o de izquierda. Pero la posición intelectual de Hoppe, como la de todos los anarco-capitalistas, es cómoda. Es muy fácil proclamar principios y sostener que eso es lo que se debe hacer, y desentenderse de qué tan posible en el mundo real es llevar esos principios a la práctica. Entonces, lo que hace la gente como Hoppe es proclamar esas ideas absolutas y descalificar a quienes, como Hayek, tratan de imaginar un mundo mejor pero que sea realmente puesto en práctica. En definitiva, me parece que la crítica de Hoppe no es válida porque está planteada desde la comodidad de desentenderse de cualquier compromiso con los hechos reales y se trata de una pura teorización idealista pero completamente impracticable.

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    • Alejandro, no comparto del todo porque aunque reconozco que no me leí todos los libros de Hayek nunca leí una cita de el o alguna entrevista afirmando que el no buscaba soluciones perfectas, como si leí de Milton Friedman. Puedo estar equivocado y de hecho me encantaría, pero tendría que verlo expresamente y hasta ahora no lo vi. Más, en lo expuesto arriba por Hoppe da a entender lo opuesto (que es justamente lo que intentó demostrar el).

      Además, convengamos que entre lo expuesto por Hayek y el anarco-capitalismo hay un gran trecho que no se puede acusar de impracticable.

      Si comparto con vos en que la posición de muchos ancaps y especialmente la de Hoppe es una posición cómoda, una especie de altar idealista inmaculado, desde donde se puede criticar a cualquiera que hace algo.

      Igual hay que tener cuidado en diferenciar entre estos y muchos otros ancaps que se esfuerzan honestamente en resolver esos problemas facticos.

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      • Que yo sepa, Hayek nunca afirmó que buscara soluciones de compromiso. Al contrario, él sostenía que los intelectuales no debían caer en los compromisos a los que se veían obligados los políticos. Pero su pensamiento supone entender los límites hasta los cuales es posible llevar el concepto de libertad en el terreno práctico y hasta esos límites llevaba sus desarrollos conceptuales. No intentaba forzarlos, como lo hacen Hoppe, Rothbard y otros parecidos…

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      • Bueno, eso es justamente lo que criticamos! Los límites a los que el cree posible llevar la libertad están más cerca de un social demócrata que de un liberal.

        Falta que me digas que sin el estado es imposible regular las licencias profesionales o la seguridad de las drogas.

        Déjame que te diga que si es fácil idealizar la libertad para desentenderse de cualquier compromiso, no es menos cierto que pensar una libertad con un estado elefantiasico (casi igual al que tenemos y donde ni siquiera esta mal que te obliguen a trabajar el 90% de tu tiempo siempre y cuando este «bien gastado») también es una posición facilista.

        Por supuesto no digo ni por un momento que no es legítimo que Hayek piense así, sólo que como defensa de la libertad deja mucho que desear. Y además por supuesto, no comparto sus ideas politicas como no comparto las de Hoppe.

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      • La afirmación de que

        «Los límites a los que el cree posible llevar la libertad están más cerca de un social demócrata que de un liberal»

        no se corresponde con el contenido de la obra de Hayek. No es cierto que Hayek propugnara un estado elefantiásico ni creo que su posición fuera facilista.

        Me parece que tus consideraciones se fueron de foco.

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      • Mi opinión no la hago con respecto a toda la obra de Hayek porque como dije antes, no la leí. La hago con respecto a lo que se ve en la nota.

        Tenes todo el derecho a opinar que eso no es un estado gigantesco, eso depende desde donde lo mires. Yo pienso que si. Y no sólo eso, sino que su justificación deja abierta la posibilidad de un estado más grande que el que propugna.

        No descarto la posibilidad de que me fuera de foco, pero alguna explicación me hubiera ayudado a aceptar más tu posición.

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      • Más que darte una explicación (que quizá me quede grande, porque si bien leí mucho de Hayek, no soy la persona indicada para enseñarlo) me permito darte una sugerencia: leé Camino de Servidumbre, Los fundamentos de la libertad y Derecho, legislación y libertad. Si después de leer esos tres libros, tenés argumentos para sostener que Hayek era socialista, bien, me interesará conocer esas razones. Pero si meramente por una explicación sobreactuada de un tercero vas a sacar la conclusión de que Hayek era socialista, me parece que estás opinando sin fundamentos.

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  10. No es lo mismo «The Road to Serfdom» que «Law, Legislation, and Liberty». No son lo mismo los volúmenes I y II que el volumen III de «Law, Legislation, and Liberty.» Tampoco es lo mismo las partes I a III en Teoría del Dinero y el Crédito que la parte IV.

    Siempre hay un contexto que da un sentido específico a la obra del autor. Se puede ser consciente del contexto y tener cuidado de usar el correcto, o ignorar el problema del contexto e implícitamente imponer el contexto que uno inconscientemente traspasa al autor y, por lo tanto, hacerle decir cosas que no dice.

    No me parece válido comparar las propuestas de Hayek con las del Socialismo porque la motivación y el fin es distinto. Me parece errado sostener que Hayek promueve un estado grande, cuando toda su obra se destinó a explicar los límites de la participación del estado; tanto por el lado económico, de filosofía del derecho y también de filosofía política.

    Me da la impresión que Hoppe exagera en simplificar la postura de Hayek respecto al concepto de agresión en The Constitution of Liberty. Más allá de fallas que pueda tener la definición de Hayek, no creo que Hoppe haga un reflejo fiel de la postura de Hayek.

    En cuanto a los impuestos, el problema no es tan sencillo. No por nada pensadores como Locke, Smith, von Humboldt, Mises, Hayek, Nozick, etc. no rechazaban todo rol del estado como inmoral. Que los estados actuales no sean reflejo fiel del ideal del liberalismo clásico no quiere decir que el segundo adolezca de las mismas fallas que el primero.

    Es el derecho a la legítima defensa lo que el individuo puede delegar a un tercero haciendo de él, en última instancia, un estado. Existe un conjunto de actividades (no nulo) que el estado puede hacer que no son actividades que de hacerlas el individuo sería delito. La defensa a la propiedad privada, y libertad no es gratis ni es dado. Hay que conseguirlo y defenderlo y eso posee un costo. La sociedad no es libre sin una protección contra el comportamiento anti-social.

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  11. La verdad es que Hayek tiene un pensamiento completo. Cualquier estudioso serio del pensamiento de Hayek se da cuenta al respecto, como el mismo Bruce Caldwell lo reconoce, no sólo porque su pensamiento fue evolucionando a lo largo del tiempo sino también porque incursionó en muchas áreas del conocimiento. Y sí, para mí que la teoría del orden espontáneo del propio Hayek sirve de argumento para defender la no intromisión del Estado en muchos de los asuntos que Hoppe enumera, citando al propio Hayek. Una interpretación correcta creo que requiere un compromiso a estudiar toda su obra y la de otros contemporáneos suyos y autores anteriores.

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  12. Pingback: ¿Es Hayek un mito? – Parte II | Punto de Vista Economico

  13. La exposición de Hoppe es de esas cosas que terminan siendo más auto-reveladoras de la propia posición que del punto que pretenden analizar.
    Por ese motivo, en lo que sigue haré más un meta-análisis del texto que un análisis concreto de los puntos que Hoppe señala contra Hayerk.
    Por trazar una analogía veo a Hoppe, en el escenario de estos debates, jugando un rol muy parecido al que juegan los tradicionalistas en lo que atañe a la discusión sobre el sentido del Vaticano II en la Iglesia ¿en qué sentido? En ambos casos se observa un casi total desinterés por el problema hermenéutico (lo de los contextos que señala Nicolás) y el prejuicio de que toda aclaración-matiz tienen un tufillo de relativismo incoado. Asimismo, noto la misma tendencia a reducir el problema analizado a problemas de categorías lógicas (si X es un error e Y afirma X, Y está en el error). Por supuesto que el orden lógico-conceptual es clave para dotar a un discurso de coherencia y potencia argumentativa no obstante puede haber un uso sutilmente obtuso de la lógica que no haga más que camuflar el prejuicio ideológico del propio punto de partida. Lo cautivante de este tipo de discursos es que, por un lado, ofrecen una sensación de seguridad intelectual (como si uno dijera: «si me memorizo la definición de coerción de Hoppe puedo desde ella criticar y refutar otras definiciones menos claras que se propongan»), resultan cautivantes (tienen orden, claridad, conclusiones claras) frente a los devaneos posmodernos y calzan muy bien con la tendencia victimista (como si uno dijera: «claro, el discurso de Hoppe es tan claro y verdadero que es comprensible que hayan intereses creados para aislarlo y neutralizarlo») autojustificatoria de por qué una posición es minoritaria.
    Un saludo y siempre se aprende un montón leyéndoles!

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  15. Pero con respecto al concepto de coacción de Hayek, Hoppe tiene razón. Ya lo había leído en un artículo de Rothbard. Si definimos coacción como lo hace Hayek, estaríamos en un problema grave.

    Qué opinan Uds? Inicio de la fuerza física o amenaza del mismo? O las acciones de un hombre son hechas para satisfacer la voluntad de otro hombre, no para él mismo sino para los propósitos del otro?

    Porque ahí tendríamos que llamar coacción a cada vez que tuve que ver una película que le gustaba a mi novia, no tiene ningún sentido.

    En realidad, no veo que el ensayo de Hoppe sea nada original, sino que es una acentuación del de Rothbard sobre el concepto de coerción de Hayek.

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  16. Pingback: Hacia una síntesis entre el liberalismo clásico y el anarquismo de derecha – Por Pablo Pozzoni | Punto de Vista Economico

  17. «……………….Por trazar una analogía veo a Hoppe, en el escenario de estos debates, jugando un rol muy parecido al que juegan los tradicionalistas en lo que atañe a la discusión sobre el sentido del Vaticano II en la Iglesia ¿en qué sentido?»

    EXACTO MARIO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  18. Pingback: Felicidades de parte de PVE (resumen estadístico) | Punto de Vista Economico

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