Mitos en torno a Suecia y el Estado de Bienestar

SueciaEn numerosos debates acerca del socialismo de mercado y el Estado de Bienestar surge el caso de Suecia como un ejemplo a imitar. En este artículo, resumo una parte de la literatura que emerge para mostrar que la experiencia de Suecia no ha sido tan exitosa como gran parte de la opinión pública sugiere.

Mitos en torno a Suecia y el Estado de Bienestar

En la literatura se considera a los países nórdicos como aquellos que han logrado disfrutar de los beneficios del “socialismo de mercado” y el “Estado de Bienestar”, caracterizado como un sistema intermedio entre la economía de mercado y la economía socialista, que toma lo mejor de cada uno y deja de lado sus fallas. Entre estos países nórdicos, se dice, Suecia ha encontrado el modo de alcanzar los más elevados niveles mundiales de igualdad social, sin coartar el espíritu empresarial. Suecia se presentaría como el modelo a seguir, por países avanzados y en desarrollo, por haber alcanzado un equilibrio entre la equidad y la eficiencia. El objetivo de este artículo es analizar el debate entre economía de mercado y Estado de Bienestar, sobre la base del caso sueco. En la literatura, y también en la opinión pública, predomina un mito sobre la economía sueca y su Estado de Bienestar que es necesario reconsiderar.

El modelo capitalista sueco

Hacia finales del siglo XIX, Suecia inició un período exitoso de desarrollo económico construido sobre la base de la economía de mercado. Johan Norberg, en un artículo acerca de los “modelos suecos” (2006), explica que “los comerciantes suecos podían exportar hierro, acero y madera, y los empresarios crearon innovadoras empresas industriales que se volvieron líderes mundiales. Entre 1860 y 1910 los salarios reales de los trabajadores industriales crecieron en un 25% por década, y el gasto público en Suecia no rebasó el 10% del PIB”. En 1932, el Partido Socialdemócrata llega al poder. Y no fue algo coyuntural. Entre 1930 y 1988 este partido contó con un apoyo electoral del 40%, según documenta Mauricio Rojas en el libro Suecia después del modelo sueco, publicado por la Fundación CADAL (2005). Se trataba de un partido de clase media, el cual se esforzó por crear sistemas de seguridad social que permitieran extender beneficios en jubilaciones, desempleo, maternidad y salud a toda la población. La política aplicada fue de socialización gradual por el lado del consumo, esto es, el cobro de impuestos a los trabajadores para ofrecer estos servicios a toda la población, pero sin controlar ni intervenir en los medios de producción. Norberg explica, sin embargo, que hasta 1950 “el peso total de los impuestos no era mayor al 21 % del PIB, más bajo que en los Estados Unidos y Europea Occidental”. Hay que destacar que Suecia se mantuvo al margen de las dos guerras mundiales, lo que permitió a la economía alcanzar resultados asombrosos. Suecia era un país rico. En 1970 tenía el cuarto ingreso per cápita más alto del mundo, de acuerdo con estadísticas de la OCDE.

El modelo sueco del Estado de Bienestar

Pero entonces comenzó un cambio de paradigma y Suecia terminó por abandonar los principios que le habían permitido hasta entonces alcanzar niveles elevados de bienestar. Los socialdemócratas expandieron la asistencia social y el mercado laboral se volvió enormemente regulado. El gasto público entre 1960 y 1980 se elevó del 31 al 60 % del PIB, lo que requirió que entre 1960 y 1989 se duplicara la carga tributaria, del 28 al 56 % del PIB. Fue entonces que el modelo mostró dificultades. La economía de mercado fue transformada en una economía planificada, algo que se observó en el abandono de una economía industrial para ofrecer fundamentalmente servicios. A medida que más trabajadores abandonaban sus empleos y se sumaban a la asistencia social, los impuestos recaudados se reducían, y el gasto aumentaba, lo que llevó al país a evidenciar problemas fiscales serios. Lo dicho llevó a la economía a moderar su magnífico desarrollo previo. Norberg nos ilustra señalando que entre 1975 y 2000, mientras el ingreso per cápita creció un 72% en Estados Unidos y un 64% en Europa Occidental, el de Suecia sólo creció en un 43%. Para el año 2000, Suecia cayó al lugar 14 en el ranking de la OCDE sobre ingreso per cápita. En 1990, la grave crisis económica mostró una pérdida de 500.000 puestos de trabajo, superando la tasa de desempleo el 12%. El exitoso modelo sueco se convirtió en un fracaso. Y esto ocurrió porque el “modelo sueco de mercado” practicado hasta 1950, fue abandonado por el hoy conocido “modelo sueco” del Estado de Bienestar. El enorme costo de la burocracia se hizo presente.

Radiografía del problema sueco

Norberg explica que el problema central del nuevo modelo sueco es que “erosionó los principios básicos que volvieron viable el modelo en primer lugar.” “El servicio civil es un ejemplo portentoso de este fenómeno. La eficiencia del servicio civil significaba que el gobierno podría expandirse, pero esta expansión empezó a dañar su eficiencia. De acuerdo a un estudio de 23 países desarrollados del Banco Central Europeo, Suecia ahora obtiene el menor servicio por dólar gastado del gobierno”. En el campo de la salud por ejemplo, Norberg cita un estudio de la Asociación Sueca de Autoridades Locales y Regiones, quienes informan “que los doctores suecos atienden a cuatro pacientes al día en promedio, una reducción del promedio de nueve que tenían en 1975. Es menor que en cualquier otro país de la OCDE, y menos que la mitad del promedio. Una razón es que un doctor sueco consume entre el 50% y 80% de su tiempo en trámite administrativos”. Mauricio Rojas, por su parte, explica que la mayor asistencia social indujo a un aumento de la tasa de población pasiva sobre la tasa de población activa. Los incentivos al trabajo fueron modificados y con ello un país exitoso y rico, comenzó a mostrar resultados opuestos sobre el bienestar.

El retorno al capitalismo

La crisis económica de 1990 llevó al electorado a abandonar su apoyo por el partido socialdemócrata, y Carl Bildt inició un proceso de desmantelamiento del estado benefactor maximalista. Paliar el déficit fiscal implicó recortar gastos y beneficios provistos por el Estado. Poco a poco la población sueca perdió su confianza en el estado benefactor y se abrió paso a la privatización de los servicios públicos. Suecia es un ejemplo en la implementación del sistema de Vouchers para el sistema educativo, reforma desarrollada en 1992. La aparición de bolsones de exclusión llevó entonces al electorado a apoyar nuevamente al partido socialdemócrata, pero en lugar de revertir las medidas practicadas entre 1991-1994, las reformas fueron profundizadas. Esto permitió sanear las cuentas fiscales, bajar la deuda pública y reducir la carga tributaria. Siguiendo el modelo chileno, Suecia privatizó el sistema de pensiones, permitiendo que la población activa elija sus administradoras privadas. Las privatizaciones llegaron también a las telecomunicaciones, los transportes, la infraestructura, la energía y el correo. En el caso de la salud, si bien aparecieron proveedores privados, se mantuvo el servicio público dando lugar a vías paralelas de acceso. Esto originó cierta desigualdad entre quienes pueden pagar y quienes no pueden hacerlo, y más aún entre las diferentes regiones del país, pero el pueblo aceptó el costo de la pérdida de equidad, a cambio de un país en funcionamiento y desarrollo. El crecimiento económico desde entonces es aceptable, pero los desafíos para el futuro abren una incógnita sobre la economía sueca. ¿Podrá Suecia mantener el sistema capitalista que la llevó a ser el cuarto país con mayor PIB per cápita del mundo? ¿O retornará ese Estado de Bienestar que se transformó en parte de la cultura de quienes hoy componen la población activa? Lo cierto es que en estas últimas décadas, el proceso inmigratorio ha sido muy fuerte y la población activa ya no se presenta tan homogénea como lo era en los años 1950.

Reflexión final

A modo de cierre, basta decir que el modelo sueco del Estado de Bienestar no ha sido exitoso y no debiera ser simulado por los países latinoamericanos, ni por los europeos, ni tampoco por los Estados Unidos. Los costos de eficiencia y bienestar de practicar tal modelo están a la vista. Serán necesarios nuevos esfuerzos en los estudios históricos de tales experiencias para evitar que el mito de la economía sueca y el Estado de Bienestar hoy vigente, sea difundido entre los profesionales que hoy están formándose y que liderarán la política económica del mañana.

Artículo publicado originalmente en GPS Económico, No. 4. Reproducido en Infobae el lunes 11 de noviembre de 2013.

7 comentarios en “Mitos en torno a Suecia y el Estado de Bienestar

  1. El modelo socialdemócrata Sueco parecía funcionar bien y no colapsó antes por una razón que Mises explica en la «acción humana» : desde 1932 hasta el estallido de la II G.Mundial, la economía sueca creció mucho y redujo el desempleo hasta su cuasi desaparición; asimismo, el Gobierno duplicó el gasto público; los keynesianos e intervencionistas interpretaron esto último como la causa del despegue y salida de la depresión de la economía sueca; pero como explica Mises, lo anterior no fue la causa sino el efecto del aumento exponencial de las exportaciones a Alemania de materiales (hierro, acero, maquinaria etc) necesarias para el rearme nazi (la famosa «neutralidad» sueca); asimismo, como Alemania se estaba rearmando y destinando todos los recursos de su industria pesada a tal fin, dejó de ser una competidora para Suecia en el mercado internacional; en definitiva, Hitler fue el causante del exitoso modelo socialdemócrata sueco y el pueblo alemán el pagador.

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  2. Es curioso como los economistas logran acomodar la evidencia empírica a sus modelos teóricos. Todos creen comprender la buena performance económica sueca a la luz de sus modelos, pero la interpretación de los hechos es en sí mismo un «fenómeno complejo» (Hayek). Luego, concentrar la atención sobre los hechos, no resuelve las disputas. Los economistas debieran volver a prestar atención a la teoría, a los debates teóricos. Y eso implica volver a los olvidados debates de la metodología y la historia del pensamiento económico. Si perdemos esto, la economía deja de ser ciencia y pasa a ser una discusión de café.

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  4. El Estado de bienestar ha tenido sus fundamentos ideológicos en una teoría económica (el capitalismo) y en una doctrina filosófica (el utilitarismo) y, en función de los cambios en estas doctrinas, podemos distinguir dos grandes etapas en el Estado de bienestar; la primera de ellas, que abarcaría hasta los años treinta tiene su fundamento en la primera economía del bienestar y en el utilitarismo cardinalista clásico; la segunda de ellas, desde los años treinta hasta hoy, tiene su fundamento en la nueva economía del bienestar y en el utilitarismo ordinalista. En este apartado nos centraremos básicamente en el estudio de los aspectos filosóficos del estado de bienestar, estudiando por ello principalmente las doctrinas utilitaristas.

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  5. El artículo es excelente, pero creo que reduciría los posibles modos de estado de bienestar a dos tipos básicos: el escandinavo y el renano.La inclusión de EE.UU me parece equivocada, en tanto su modelo de estado no busca la intervención de los poderes públicos para promover políticas de redistribución de rentas y mejorar a través de la acción estatal el nivel de vida de sus ciudadanos. Como indicas, el modelo liberal americano (salvando las piruetas rawlsianas para conciliar liberalismo y justicia social) se despreocupa de la idea de Estado del bienestar. Se puede hablar si se quiere de tres modelos sociales distintos, pero a mi juicio no de tres modelos de Estados de Bienestar o de otras palabrejas al uso como economías sociales de mercado. Si de todo modos lo que se busca es pensar en modelos de Estado y políticas de redistribución me temo que a los tres mencionados se debería añadir el de las economías planificadas, de tal modo que tendriamos un cuarto modelo (el del los antiguos países del Este, el cubano, etc.) en que es directamente el Estado el que se encarga de todo produciendo una regulación laboral férrea, una movilidad social casi nula (excepto si uno busca medrar en el Partido) con igualación muy alta y unos servicios medianos (dejémoslo así).

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